El horror del hallazgo de un aparente campo criminal de adiestramiento y exterminio en el rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco, ha conmocionado a México. Las fotografías de zapatos, prendas de vestir y mochilas han dado la vuelta al mundo por su parecido con las imágenes de los campos nazis de concentración.
Es triste que la tragedia que se vislumbra detrás de estas fotografías se politice, pero parece que en un país tan polarizado como el nuestro ya esto es inevitable. Así como los opositores del gobierno de Enrique Peña Nieto politizaron el asesinato de los normalistas de Ayotzinapa, secuestrados en Iguala la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, y culparon al Estado en abstracto y al ejército en particular, pese a que las pruebas sugerían que los secuestros fueron cometidos por policías municipales y las ejecuciones por miembros del crimen organizado, así ahora se ha politizado el tema de Teuchitlán.
Los leales al régimen culparon primero al exgobernador Enrique Alfaro porque era de oposición, de Movimiento Ciudadano, ya que la fiscalía de Jalisco entró al rancho desde septiembre de 2014 sin registrarlo a fondo. Los opositores, sin embargo, pronto empezaron a culpar al Estado mexicano y en particular al expresidente López Obrador.
Politizar los temas de seguridad es siempre una mala idea. Tan absurdo era escuchar los “pases de lista” de los 43 de Ayotzinapa, y las acusaciones sin pruebas de que el gobierno federal y los militares mexicanos habían perpetrado la masacre, como ahora culpar al Estado mexicano de complicidad con el crimen organizado.
Este y otros hallazgos sí subrayan la importancia de prestar más atención al problema de los desaparecidos y de apoyar el esfuerzo que hacen los grupos de buscadores independientes para encontrar las fosas clandestinas que se esparcen por tantos lugares del país.
Buscadores
El número de desaparecidos ha venido creciendo rápidamente en México mientras las autoridades se vanaglorian de un aparente descenso en los homicidios dolosos. Las madres buscadoras y otros civiles están haciendo un trabajo cada vez mejor para encontrar fosas clandestinas en un momento en que las autoridades responsables parecen incapaces de hacer el trabajo. En el caso del rancho Izaguirre, ni los agentes investigadores de Jalisco ni los federales encontraron las señales que sugerían la existencia de un campo de exterminio. Tuvieron que ser los buscadores, a quienes el expresidente López Obrador calificaba de corruptos y enemigos suyos, los que las hallaron.
El lenguaje de los políticos agrava el problema. El expresidente Peña Nieto no descalificó públicamente ni a los buscadores ni a quienes buscaban culpar al Estado y al ejército del asesinato de los normalistas de Ayotzinapa, pero López Obrador sí se refería a quienes cuestionaban la pasividad de su gobierno ante las matanzas, que él decía ya no existían en el país, como “zopilotes”. La presidenta Sheinbaum, por otra parte, ha calificado a quienes comentan públicamente sobre la tragedia del rancho Izaguirre como “carroñeros”. Estas expresiones solo polarizan al país.
Quizá deberíamos recordar lo que dijo alguna vez Peña Nieto: “No creo que ningún presidente se haya levantado pensado cómo joder a México”. Debemos entender también que para derrotar al crimen organizado los mexicanos debemos estar unidos. Lo ha dicho el propio secretario de seguridad Omar García Harfuch, quien ha trabajado para gobiernos del PAN, el PRI y Morena: “Lo peor que podemos hacer es politizar la seguridad”.