Casa Gaviota surgió en 2012 de la unión de sobrevivientes de violencia para formar una red de apoyo para mujeres que luchan por salir de la violencia familiar y de género.
“Durante este proceso la empatía es fundamental para comprender y apoyar a las víctimas. Escuchar sin juzgar y validar sus experiencias es un acto de respeto que dignifica y fortalece el camino hacia la justicia que todas merecemos”, comparte con Vértigo Samantha Báez Blancas, directora y cofundadora de la institución.
—¿De dónde surge la violencia de mujeres contra mujeres?
—Hace muchos años las mujeres no teníamos derechos sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro dinero, sobre nada; el padre o la pareja, es decir, los hombres, eran los dueños de nuestros cuerpos. Se creía que las mujeres éramos tontas. Aquella sociedad (patriarcal) nos educó para ser rivales, porque la única forma de lograr nuestra sobrevivencia y la de nuestro linaje (de nuestros hijos e hijas) era a través de un hombre. Por eso nos etiquetaron con ese lema de “mujeres juntas, ni difuntas”. De ahí que muchas generaciones de mujeres crecieron con el pensamiento de “buscar al mejor partido” o “pelear por un hombre para que ninguna otra se lo lleve”.
Ese tipo de pensamiento, puntualiza, “fue introducido a través de distintos medios, como el cine o la televisión. Por ejemplo, en las películas la bruja es la fea, la obesa, la mala; es decir, siempre es una mujer la rival de una mujer”.
—¿Cómo deconstruir este pensamiento para poder ser una red de apoyo?
—Debemos recordar que el contexto anterior fue hace muchos años. Hoy en día tenemos derechos, no tenemos la necesidad de pelear por ningún hombre, ni por su validación, porque podemos ayudarnos y avanzar entre nosotras. Hoy tú y yo podemos hablar mientras tenemos un trabajo, una carrera profesional, un negocio, tal vez hasta un patrimonio. Tenemos el derecho a decidir tener o no tener hijos. Y todo eso es gracias a la lucha y a la unión de todas esas mujeres que se dieron cuenta de que algo estaba mal en torno de nuestra educación.
Crecer juntas
En este sentido, agrega Báez, “tener esa información y poder comprender que nos hicieron pelear con otras mujeres para sobrevivir pero ya no es necesario, es la base para cambiar los viejos paradigmas. Desde ahí nosotras formamos Casa Gaviota. Nos dimos cuenta de todo esto y del poder que tiene la sororidad, que incluso no tenemos que caernos bien, no tienes que ser mi mejor amiga, pero siendo mujer todas tenemos el derecho. Además, nos necesitamos para seguir avanzando, para crecer juntas y lograr lo que muchas hoy todavía no tienen, incluso en México. Al día de hoy, desafortunadamente, hay muchas mujeres, por ejemplo indígenas o migrantes, cuyos derechos son vulnerados”.
—¿Cómo ser sorora?
—Podemos informarnos acerca del tema, investigar, acercarnos a estas mujeres violentadas. Pero sobre todo el tema es no juzgar a la otra, no preguntarle, no minimizar ninguna violencia, porque incluso nos hacemos violencia hacia nosotras mismas. Decimos, “es que no fue para tanto”. Pero la realidad es que la violencia siempre es para tanto, porque crece. Entonces no hay que minimizar lo que está viviendo la otra. La sororidad es decir cómo te ayudo, a lo mejor no puedo entenderte, pero te acompaño a buscar una persona, una especialista que pueda hacerlo, porque a veces no podemos entenderlo. Entonces, es no juzgar, estar desde la empatía”.
En Casa Gaviota todas las mujeres son bienvenidas. “A veces no podemos brindar el acompañamiento porque su vida ya está en riesgo y tenemos que acomodarlas en algún refugio; o porque tienen un tema siquiátrico y se les debe canalizar a otro tipo de institución. Aquí todas pueden tener terapia sicológica, asesoría legal. Pueden pertenecer a los diferentes proyectos que trabajamos con diversas empresas con las que tenemos alianzas. Todo ello para que podamos salir adelante juntas y estar juntas”.