Cuando duela, simplemente observa… la vida trata de enseñarte algo.
El pleito entre Harry Houdini y sir Arthur Conan Doyle es un fascinante episodio que fusiona el ámbito del entretenimiento, la espiritualidad y la ciencia a principios del siglo XX.
Ambos personajes, uno un mago de renombre y el otro un célebre autor y creador del icónico detective Sherlock Holmes, mantuvieron una relación complicada que culminó en un conflicto público sobre el tema del espiritismo y la comunicación con los muertos.
Houdini, nacido como Erik Weisz en 1874 en Budapest, se trasladó a Estados Unidos, donde se convirtió en el ilusionista más famoso de su tiempo. Reconocido por sus actos de escapismo, dedicó gran parte de su carrera a desmitificar a los médiums y charlatanes que afirmaban tener la capacidad de comunicarse con los muertos. Por esta razón desarrolló un escepticismo profundo hacia el espiritualismo, un movimiento popular en la época, que prometía la conexión con los seres queridos fallecidos.
Por otro lado, Doyle, nacido en 1859, no solo era un destacado autor de ficción, sino también un ferviente defensor del espiritualismo. A través de sus obras literarias y su vida personal creía firmemente en la posibilidad de la vida después de la muerte y en los fenómenos paranormales, siendo un miembro activo de la Sociedad de Investigación Psíquica.
Su interés por el espiritismo se intensificó luego de morir su primera esposa, Louise, en 1906, lo que lo llevó a buscar consuelo a través de médiums y sesiones espiritistas.
La amistad entre Houdini y Doyle comenzó en 1901 y estuvo cargada de respeto mutuo, aunque con diferencias significativas en sus creencias. Houdini se interesaba por el trabajo literario de Doyle y, a su vez, Doyle admiraba el talento de Houdini como ilusionista. Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, sus visiones del mundo comenzaron a chocar.
Houdini se dio cuenta de que muchos de los médiums que Doyle defendía eran en realidad engañadores, utilizando trucos y fraudes para aprovecharse del dolor de los que buscaban respuestas sobre sus seres queridos muertos.
Debates
El conflicto entre ellos se intensificó cuando Houdini, después de la muerte de su madre en 1913, intentó conectarse con ella a través de una sesión espiritista. Asistió a diversas sesiones con médiums, pero no logró obtener la conexión que buscaba. En cambio, encontró que muchos de ellos eran fraudulentos, lo que alimentó su misión de desenmascarar a esos charlatanes.
Houdini tuvo una sesión con la nueva esposa de Doyle, pero no le gustó; primero porque todo estaba en inglés (su madre no lo hablaba); con una cruz cristiana, ella era judía; lo llamó por su nombre artístico, cuando en realidad lo solía llamar por su nombre original (Erik); y lo peor, el día de la sesión era cumpleaños de Houdini y su supuesta madre no lo mencionó.
En 1920 Houdini y Doyle participaron en una serie de debates públicos sobre el espiritismo. Houdini exponía los trucos utilizados por los médiums para engañar a sus clientes, mientras que Doyle defendía la autenticidad de las experiencias espirituales. La tensión se hizo evidente y Houdini llegó a ofrecer un premio a cualquier médium que pudiera probar la existencia de vida después de la muerte. Esta oferta fue ignorada, evidenciando la división entre ambos.
La ruptura definitiva entre Houdini y Doyle ocurrió tras la muerte del primero en 1926: antes de fallecer, Houdini había prometido a su esposa, Bess, que si había alguna manera de comunicarse desde el más allá lo haría a través de un código secreto que solo ellos conocían. Al recibir la noticia de su muerte, Doyle se mostró entusiasmado por la posibilidad de que Houdini cumpliera su promesa. Sin embargo, cuando Bess realizó una serie de sesiones espiritistas en su honor ningún mensaje convincente llegó de su parte.
Doyle se sintió decepcionado y su respuesta fue desilusionante para muchos, incluidos sus seguidores. Siguió creyendo que Houdini se había negado a comunicarse por alguna razón, afirmando que incluso podía haber elegido no hacerlo hasta que su esposa estuviera reunida con él en el más allá. En contraste, Bess quedó convencida de que Houdini nunca podría comunicarse con el mundo de los vivos, lo que subrayó la falacia del espiritismo.
El legado de esta confrontación se ha mantenido relevante a lo largo del tiempo. Representa un momento clave en el debate sobre la existencia de lo paranormal y la ciencia, así como el choque entre la razón y la fe. Ambos personajes han dejado una marca indeleble en la cultura popular: Houdini como el maestro del escapismo y la ilusión, y Doyle como el defensor del espiritismo, cuyas obras han influido en el género de la ficción de misterio y el estudio de lo sobrenatural.