PERDÓN Y PODER

“Los ideales se subordinan al poder”.

Lucy Bravo
Columnas
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Joe Biden

El indulto presidencial que otorgó Joe Biden a su hijo Hunter no solo ha generado una tormenta política, sino que también expone un cáncer profundo en el sistema democrático de Estados Unidos: el colapso de la confianza en sus instituciones de justicia.

La nación que durante décadas se erigió como el bastión del Estado de Derecho se ve hoy atrapada en un ciclo de politización de la justicia, un rasgo que solía atribuir exclusivamente a las “repúblicas bananeras” que tanto criticaba y que ahora comparten más rasgos que nunca.

El indulto, que abarca condenas por delitos fiscales, posesión ilegal de armas y cualquier otra infracción desde 2014, es especialmente impactante por la promesa de Biden de restaurar la fe en el sistema judicial. En campaña, el presidente se comprometió a no interferir en los procesos legales de su hijo, alegando que la justicia debía seguir su curso. Sin embargo, al justificar esta decisión como un acto de amor paternal, Biden desdibuja la línea entre lo personal y lo institucional, una línea que debería ser sagrada en cualquier democracia funcional.

Su argumento —que su hijo fue víctima de una persecución política y tratado más severamente por ser “el hijo del presidente”— no carece de fundamentos. Los cargos por posesión de armas y declaraciones falsas son poco comunes y la investigación republicana en el Congreso terminó siendo más ruido que sustancia. Sin embargo, no se puede ignorar que Hunter Biden fue hallado por un jurado culpable de delitos graves: evasión fiscal, despilfarro en lujos mientras no cumplía con sus obligaciones legales y posesión ilegal de armas. Además, sus negocios en Ucrania y China durante la vicepresidencia de su padre plantean serias dudas éticas.

Precedente

El problema no es solo lo que ha hecho Hunter Biden, sino el precedente que establece el perdón. Los republicanos, encabezados por Donald Trump, encuentran en este acto un arma política de gran calibre. Biden, dicen, ha “politizado la justicia” para proteger a su hijo, lo que socava su credibilidad como defensor del Estado de Derecho. Aunque el argumento sea cuestionable viniendo de un partido que ha defendido los indultos de Trump a sus aliados políticos, el daño está hecho. El indulto a Hunter equipara moralmente a Biden y Trump, dos presidentes que han usado al Poder Ejecutivo para proteger a los suyos.

Esto no es solo una pelea partidista: es una señal de un sistema en crisis. Los indultos, concebidos para ser una herramienta excepcional de justicia y reconciliación, se han convertido en un escudo para los poderosos. Trump podría ahora justificar futuros indultos a los involucrados en el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021 con el mismo argumento de “justicia selectiva” que Biden usa para proteger a su hijo.

La decadencia democrática no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento, alimentado por el desprecio de las élites por las normas que sostienen el sistema. Cuando la justicia se convierte en un arma política y los líderes anteponen sus intereses familiares a la integridad institucional, la democracia pierde su ancla.

El indulto a Hunter Biden no es solo un error político. Es un recordatorio alarmante de cómo la justicia en Estados Unidos, alguna vez un modelo global, se ha transformado en un campo de batalla donde los ideales se subordinan al poder. El presidente Biden hizo de la preservación de los principios democráticos uno de los principales objetivos de su mandato en la Casa Blanca, pero con esta última decisión colocó un clavo más en el ataúd que terminará por convertir a la democracia estadunidense en una mera sombra de lo que alguna vez fue.