Los mercados de valores mexicanos sufren momentos de turbulencia. El peso, que durante años fue la divisa más sólida de los países emergentes, es hoy la que peor desempeño tiene. Las calificadoras internacionales y los analistas financieros advierten que México enfrenta nuevos riesgos financieros. Los fondos de inversión, por precaución, redujeron su exposición a México.
No hay una situación de pánico. La economía del país sigue siendo razonablemente sólida. Es cierto que se registra una desaceleración. La economía mexicana tuvo una expansión anual de 3.2% en 2023, pero en el segundo trimestre de 2024 el crecimiento se redujo a 1.1%. No hay, sin embargo, señales de una recesión y mucho menos de una crisis.
El temor que asalta a los inversionistas es mucho más sutil, pero más profundo. Los inversores tienen miedo del retorno de un régimen de partido único a México después de tres décadas de una democracia con contrapesos y alternancia de partidos en el poder.
Hoy el país desanda el camino avanzado. Los partidos del gobierno tendrán una mayoría calificada en la Cámara de Diputados a partir del próximo 1 de septiembre. En el Senado les harán falta solo dos escaños para la mayoría calificada. Sin embargo, para un gobierno que en 2018 compró decenas de diputados y senadores de oposición, la adquisición de dos senadores no parece ser un obstáculo demasiado grande para alcanzar la mayoría absoluta también en la cámara alta. El gobierno podrá así cambiar la Constitución de manera discrecional. Lo que pida el presidente López Obrador se lo entregará el Congreso; lo mismo ocurrirá con la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum.
Acciones
El presidente está buscando el desmantelamiento de una democracia moderna con división de poderes y contrapesos. Las 18 reformas que lanzó el 5 de febrero pasado, casi como un reto a la oposición, la mayoría enmiendas a la Constitución, están siendo dictaminadas al vapor. Implican la destrucción de un Poder Judicial independiente, la eliminación de los organismos autónomos que impiden los abusos del gobierno, la militarización permanente de la Guardia Nacional, la eliminación de los legisladores de representación proporcional que permiten una presencia de las minorías en el Congreso y otras medidas similares.
Dentro de las acciones dramáticas que buscan concentrar el poder en manos del Ejecutivo, como en los tiempos del partido único del siglo XX, se incluyen también algunas de las ocurrencias irracionales del presidente, como la prohibición del vapeo, sin tocar, por supuesto, los cigarrillos u otros productos del tabaco. México sería el único país del mundo en tener una prohibición constitucional al vapeo, que en otros países se emplea como apoyo para los tratamientos contra el consumo del tabaco.
El presidente López Obrador busca construir un nuevo Estado en nuestro país. No tiene nada que ver con el que existe en naciones desarrolladas, como Estados Unidos, Canadá o los países de Europa occidental, en los que el Ejecutivo tiene contrapesos importantes en los tribunales y organismos reguladores autónomos, sino más bien con el que vemos en Venezuela o Nicaragua, donde los deseos e instrucciones del mandatario se aplican sin ninguna limitación.
López Obrador considera que el mejor periodo de la historia de México fue aquel en que el presidente, apoyado por un partido hegemónico, tenía poderes absolutos. Está haciendo un enorme esfuerzo por llevarnos de regreso a esos tiempos añorados en que todo el mundo obedecía al presidente.