Una justa deportiva que cada cuatro años modifica en su totalidad el estilo de vida de una ciudad distinta en el mundo, hoy viene a marcar un hito de polémica que muchas reflexiones nos aportan para un futuro: los Juegos Olímpicos de París fueron memorables en muchos sentidos, aun cuando esta aseveración sin duda se ha hecho en cada caso justo después de la conclusión de las distintas ediciones, pues cada evento tendrá la particularidad de superar al anterior en alguna forma.
Concretamente, los Juegos Olímpicos recientes pusieron el dedo en el renglón sobre la diferencia de opiniones que aún se contraponen en temas como la inclusión, la tolerancia y la ruptura de paradigmas soportados por la historia de un país cuya principal bandera ha sido la de la libertad.
Pero lejos de las creencias personales y los grandes momentos de gloria y decepción deportiva se avecina un panorama de retos y reacomodos, tanto para la ciudad como para el país e incluso para la región y el continente.
En primer término se encuentra la inevitable reconformación de la ciudad después de una transformación que involucró una cirugía de la imagen urbana. Tan solo para esta justa olímpica París contó con 30 sedes deportivas. Destacan obras magnas creadas en específico para la Olimpiada: el Centro Acuático Olímpico, la Arena Porte de la Chapelle, el Rocódromo de Le Bourget y, por supuesto, la Villa Olímpica serán inmuebles que tendrán que encontrar un destino productivo para evitar que se conviertan en cargas económicas insostenibles para la ciudad.
Además, la remodelación de varios centros deportivos ya existentes vendrá a reforzar una oferta de infraestructura deportiva que deberá soportarse en políticas públicas eficientes para el fomento del deporte, así como para la utilidad turística y urbana. Hoy La Concordia, el Grand Palais, el Puente de Alexandre e incluso Versalles tienen una apariencia lustrosa y apta para el relanzamiento de una marca-ciudad que tendrá que buscar una vocación e identidad renovadas en lo inmediato.
Economía
La derrama económica ha mostrado importantes resultados al elevar el nivel de vida y servicios urbanos para suburbios que ya se hundían en el abandono, como los más pobres del Sena Saint-Denis. Ahí es donde precisamente se ubica la Villa Olímpica que ahora pasará a ser parte de la oferta inmobiliaria con capacidad de dar alojamiento a unas seis mil personas repartidas en 40 edificaciones. Y adicionalmente se logró afianzar, al menos momentáneamente, una situación ancestral que parecía sin remedio: la limpieza del Sena al grado de hacerlo apto para la inmersión en sus aguas sin consecuencias de salud. A partir de ahora la política respecto de la contaminación y descargas hacia el afamado río ya es un tema que se debate en el Legislativo. Una inversión de mil 400 millones de euros ha hecho posible recuperar al Sena, que prácticamente se llenaba de aguas negras.
Y más allá de los retos que derivan de este nuevo rostro de París están aquellos que trastocan lo nacional y mucho tendrán que ver con el andar económico de gran parte de Europa. Francia ha podido transitar desde una muy complicada recesión económica provocada por la pandemia de Covid, desde donde se tuvo que maniobrar para salir de 7.5% negativo, hasta quedar en un muy reconocible crecimiento de la economía que ronda 2% y se afianza en una cómoda inflación de 2.3 por ciento.
Sin embargo, en el común de los franceses permanece la incertidumbre respecto de si los partidos políticos conseguirán construir un acuerdo que permita la constitución de un gobierno o si en el peor de los casos se llegue a la disolución del Parlamento. Después de las elecciones del 7 de julio Macron carece de una mayoría que le permita maniobrar con holgura en la Asamblea Nacional. El Frente Popular de izquierdas llama con insistencia para encabezar el nuevo gobierno al haber frenado el avance de la ultraderecha. La situación tiende a tensarse en tanto Gabriel Attal, aliado de Macron, permanezca al frente del gobierno provisional. La grata embriaguez olímpica acabó y ahora se antoja complicado el logro de un acuerdo que instale aunque sea un gobierno de minoría. Los dioses del Olimpo han partido de París.