PARALELISMOS POR LA LIBERTAD

Guillermo Deloya
Columnas
Paralelismos Libertad

Una sociedad que llega al hartazgo, cuando se motiva por una causa y se articula por un movimiento de notorias dimensiones es muy difícil de detener aun si de por medio se encuentran escenarios de represión.

Cuando además esa causa obedece a los principios fundamentales que mayormente motivan e impulsan al ser humano, como lo es la lucha por la libertad y la democracia, la ola se vuelve incontenible.

Recientemente tenemos a la vista ejemplos que circundan el globo terráqueo y que se ubican literalmente en dos polos del planeta: por un lado Venezuela, caso del cual se ha hablado vastamente y una república parlamentaria de cerca de 172 millones de habitantes que ahora experimenta su propia revolución hacia la democracia; y, por otro, Bangladesh, que vive momentos de profundas definiciones y de peligrosa polarización que incluso ya han dejado cientos de muertos, situación que deriva de una larga data de perpetuación en el poder que, de ejercerlo, se ha desgastado al grado de convertirse en tiránico y falto de soporte popular.

Lo anterior ha derivado en la dimisión de la primera ministra, Sheikh Hasina, quien a lo largo de 15 años acumuló un poder que hoy cobra facturas.

Pero la receta de desgaste y desenlace no parece nueva ni lejana; hoy el mundo en general parecería vivir un momento en el que ya no es permisible con facilidad el burlarse de ciudadanos, quienes tampoco guardan silencio ante la imposición y el atropello.

Origen

Y así transcurrió en Bangladesh una cadena de eventos que se fueron agravando en las latitudes sudasiáticas. Iniciaron todo ello diversas protestas estudiantiles que tenues rechazaban el establecimiento de cuotas gubernamentales. Los métodos para acallarlos fueron escalando al grado de llegar a la represión violenta. Suspensión de internet, balas de goma y toque de queda tan solo consiguieron avivar una llama que esperaba oxígeno en el pecho de muchos que ya no se veían reflejados en un gobierno avejentado y endurecido.

En un arranque, el movimiento tuvo génesis en la inconformidad por un decreto gubernamental que asignaba 30% de puestos públicos para familiares de veteranos de guerra, quienes convenientemente eran partidarios de la Liga Awami, instituto político de la ministra Hasina.

Como lo mencionamos, las protestas escalaron hasta que llegó una represión que, conforme a medios no oficiales, arrojó un par de centenares de muertos en las calles. El gobierno de Hasina trató de paliar la situación al motivar a través de la Suprema Corte que dicha cuota controversial se redujera a 5% y que, a su vez, el restante se ocupara con base en un nuevo sistema de méritos y experiencia. Sin embargo, el incendio ya había iniciado y el reclamo por aquellos que dieron su vida al movimiento se aunó a las inconformidades generalizadas por el desarrollo de la economía.

Bangladesh atraviesa por un momento sumamente difícil, donde las reservas de divisas se encuentran en un mínimo histórico. Sumado a lo anterior, el desempleo juvenil ha aumentado en casi 20% en los últimos dos años y la derrama económica por turismo se ha desplomado en 40% para el mismo periodo. Cada vez es más difícil encontrar ocupación de primer empleo y el mercado subterráneo de profesiones se equipara a esquemas de explotación laboral; casi 20 millones de jóvenes se encuentran desempleados en este momento en el país asiático.

Con estos elementos, adicionados a la grave represión política de los últimos años en que prácticamente se borró a cualquier opositor, la situación se salió de control. Tan solo para ejemplificar el grado de opresión a los adversos, cabe recapitular en que la líder del partido de oposición mayormente organizado y con real contrapeso al régimen, el Partido Nacionalista de Bangladesh, se encuentra encarcelada y en una muy precaria situación de salud. Se dice que probablemente Khaleda Zia tenga sus días contados, además que su hijo, líder natural de tal partido, está exiliado en el extranjero.

Lo cierto es que no existe forma de huir de la justicia que procura una masa enardecida. No es más que persistencia y tiempo para que el mandatario huya presuroso por una deshonrosa puerta trasera, aquella reservada para los dictadores, sean de lejanías asiáticas o de Sudamérica.