Quienes presagiaron un choque de trenes tras la elección de Donald Trump como próximo presidente de Estados Unidos se quedaron a la espera. En principio porque el panorama de la relación bilateral entre México y EU tiene muchas aristas, entre ellas por supuesto las relativas a la migración y el trasiego de drogas, en tanto que es claro que una cosa es lo que se exprese en campaña al calor de la confrontación política e incluso en el marco del triunfo, y otra la que puede concretarse.
Además del hecho de que el desempeño previo de Trump como presidente permite anticipar la forma en la que se conducirá y, por supuesto, con apego al marco legal hasta dónde es posible que llegue.
En este sentido es claro que la presidenta Claudia Sheinbaum asumió una posición político-diplomática adecuada al mantener primero una sana distancia en relación con el proceso electoral estadunidense y luego felicitar en el momento oportuno a Trump.
Y mejor aún al sostener una conversación telefónica con su próximo homólogo, la que calificó de cordial.
En enero de 2025 Trump asumirá por segunda ocasión la presidencia de EU y lo previsible es que intente cumplir con su palabra de imponer aranceles a los productos que exporta México a territorio estadunidense, pero no hay que olvidar que la relación comercial entre ambos países está normada por el TMEC.
Por otra parte, hay que recordar que el fenómeno migratorio tiene décadas de evolución, en las que las diferentes administraciones del gobierno estadunidense han tratado de frenarla, incluso dando paso a programas de empleo temporal y figuras como la de los dreamers.
Incluso la construcción de un muro fronterizo no es una idea o concepto nuevo, sino que en realidad se trata de un proyecto añejo que está muy lejos de concretarse.
De hecho, fue en 1994, el 1 de octubre de hace 30 años, bajo la presidencia de Bill Clinton, cuando comenzó a implementarse la Operación Guardián (Operation Gatekeeper) que marcó un punto de inflexión en la frontera.
De acuerdo a registros periodísticos la frontera entre Tijuana y San Diego comenzó entonces a sufrir una transformación. El lindero pasó de ser alambre de púas encajado en el suelo a lo largo de varios kilómetros, a ser una valla fronteriza que se extiende incluso varios metros en el mar.
Hacia 1990 comenzó a erigirse una cerca más sólida.
Esperar
Por lo que hace al trasiego de drogas resalta el hecho de que el principal aliciente de los grupos del crimen organizado es la alta demanda que existe en territorio estadunidense, lo que ha llevado a plantear la necesidad de que la administración norteamericana busque la manera de resolver ese problema interno.
Y en paralelo salió a la luz el fortalecimiento de la demanda de que EU frene el trasiego y venta de armas hacia México, ya que son adquiridas por los grupos del crimen organizado.
En suma, los temas y su tratamiento en una añeja relación bilateral son obligados por la vecindad geográfica que une a México y EU.
Sobre el primer contacto directo oficial entre Sheinbaum y Trump no hay más trasfondo. La presidenta refirió que “fue una llamada muy cordial; quiero destacar esto: él inició la conversación felicitándome por el triunfo en las elecciones; obviamente le devolví la felicitación; para eso era la llamada, para felicitarle por el triunfo; y fue una llamada muy cordial”.
Fuera de ahí no queda más que esperar a que Trump asuma la presidencia para ver la forma en la que busca traducir sus palabras en hechos.
Una cosa es decir y prometer, y otra muy distinta hacerlo; de ello no hay duda. De cualquier manera, tanto para los estadunidenses como para los mexicanos Trump es un viejo conocido, que difícilmente traerá algo nuevo bajo la manga.