NINGUNA GUERRA FRÍA

Javier Oliva Posada
Columnas
NINGUNA GUERRA FRÍA

Es un lugar común entre ignorantes afirmar que la tensión que se vive tiene que ver con las reliquias de una etapa donde al menos prevalecían argumentos ideológicos: mueven a risa quienes piensan o suponen que la presencia de embarcaciones de Rusia en Venezuela y Cuba es muestra de un equilibrio militar y geopolítico, porque los opositores a los tiranos de ambos países de ninguna manera pueden hacer proselitismo o actividad política sin ser perseguidos o encarcelados.

En tiempos de la Guerra Fría predominaba el debate respecto de la distribución de la riqueza, las oportunidades de vida, el tipo de democracia y, sobre todo, la forma y modo de producción.

Me refiero al celebérrimo capítulo XXIV del tomo I de El Capital, de Karl Marx. Desde entonces la cuestión ideológica ha sido determinante para conocer las propuestas de gobierno, sin importar la postura ganadora.

La Guerra Fría fue en su mejor momento un conflicto ideológico. Hoy es una confrontación comercial y financiera. Ideología: Cero. Eso sí, democracia y libertades en juego.

En México, en cuanto pasaron las elecciones locales y federales el tenor del debate regresó a la cotidianeidad: polarización, descalificación y, lo que es más pernicioso, la negación a la existencia democrática a propósito de quien piensa diferente a cada uno.

Pretender la homogeneidad en la democracia nos acerca a la grave tendencia de la tiranía. Y miren que en la historia de México sabemos de qué hablamos. Hoy vivimos en democracia, sigamos en democracia.

El cambio de gobierno es una optimista oportunidad. Propuestas sobre lo que se hizo mal y se puede mejorar; lo que se hizo bien y puede superarse, pero sobre todo y en materia de seguridad pública: es tiempo de ajustar y corregir. La perspectiva permite ampliar el punto de vista sobre lo que se ha hecho mal y bien. De ahí las opciones a partir del 1 de septiembre (Congreso de la Unión) y del 1 de octubre (nuevo gobierno y Presidencia de la República).

Diversidad

Por eso son tan relevantes las consideraciones y criterios, pues en función de la pluralidad los elementos de nuestra perfectible democracia tienen un formidable peso en cuanto a cómo y para qué se toman decisiones.

La indeleble marca de la democracia es, sin duda, la pluralidad. Pretender anularla o ignorarla, peor aún, no celebrarla, nos remite a las prácticas que niegan o desconocen la diversidad de pensamiento: la producción de conocimiento. La naturaleza del debate político, que ya se ha abierto una vez más, implica atender qué piensan los demás y si de ello puedo aprender/comprender otros puntos de vista.

En este sentido pueden analizarse los resultados electorales de los comicios para la integración del Parlamento Europeo. Cierto, hay fuerzas ideológicas y partidistas preponderantes, pero ello de ninguna manera significa la negación y capacidades del adversario.

La democracia, como señaló con toda oportunidad Jacques Attali, es diversidad. La homogeneidad contradice a las sociedades plurales y diversas: México y su democracia deben avanzar hacia ese ambiente. Al menos es lo deseable.