No hay nada más odioso que la música sin significado oculto.
Federico Chopin
Hoy hablaré del corazón de uno de los más grandes compositores del siglo XIX, Federico Chopin. No diré nada acerca de sus más de 280 composiciones, ni de su tórrido romance con una de las escritoras más afamadas de la época, Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant, conocida en el bajo mundo por su seudónimo: George Sand.
Tampoco hablaré de su hermana, Ludwika, quien le enseñó a tocar el piano; ni que el cuerpo de Chopin está enterrado en el célebre panteón de Père Lachaise, donde también están los escritores Marcel Proust, Oscar Wilde y El Rey Lagarto Jim Morrison. Más bien, me concentraré en su corazón.
Federico tenía pavor de ser enterrado vivo y pidió a su hermana que le sacara el corazón después de morir. Él falleció a los 39 años (hoy sería un chamaco caguengue) en París. Su hermana le hizo caso y le sacó el corazón, el cual ahora se encuentra en su natal Polonia y es considerado un tesoro nacional.
El corazón ha sido el centro de una larga polémica alrededor de la muerte del músico.
Recientemente el American Journal of Medicine publicó un artículo donde científicos afirman que Chopin murió de una pericarditis, o sea, una inflamación de la capa que cubre el corazón, y que fue derivada de una tuberculosis crónica.
La historia de cómo el corazón de este genio llegó a Polonia es muy interesante. Se dice que su hermana, Ludwika, le extirpó el órgano y lo metió en un frasco, logrando esquivar a los guardias rusos de manera clandestina. El corazón fue enterrado en una de las columnas de la iglesia de la Santa Cruz en la capital de Polonia, donde estuvo durante casi un siglo hasta que, durante la Segunda Guerra Mundial, la iglesia fue severamente dañada. Antes de que la edificación colapsara, el corazón de Chopin fue entregado a un oficial de la SS alemana, quien era fanático del compositor. Así pasó de mano en mano hasta llegar a un cardenal polaco.
En realidad nadie ha realizado un estudio serio del corazón, ya que este nunca ha sido abierto. Se supone que el líquido en el que se encuentra es coñac, usado como conservador. Como el corazón anduvo como las coca colas, o sea de mano en mano y de boca en boca, no se sabe si en realidad es de don Federico. Nadie, ni sus herederos ni el Instituto Chopin ni las autoridades, quieren abrir el frasco y poner en riesgo a uno de sus más preciados tesoros.
Nocturnos
El asesino escogía muy bien a sus víctimas. Al principio parecía que era una elección al azar, pero luego las estudiaba detenidamente. Se tardaba en analizarlas unos tres meses. Tenía un cuarto cerrado a cal y canto con un gran pizarrón que iba llenando de fotos, lugares y todo lo que encontraba a su paso de las mujeres que mataba. Cuando las asesinaba, siempre ponía los Nocturnos de Chopin, una pieza muy suave que el asesino contrastaba con un mazo con el que destrozaba poco a poco a sus víctimas.
Primero les pegaba en la cabeza, luego en el cuello y así hasta convertir sus cuerpos en sangre y carne molida. Todo el proceso lo hacía muy rápido; y si la música terminaba antes la ponía en modo de loop para escucharla muchas veces, hasta terminar la operación.
Tris dio con él por puro instinto cuando, en el mercado Hidalgo, vio a un tipo que le pareció sospechoso. Estaba comprando un pequeño mazo. Cuando el vendedor le preguntó por qué necesitaba ese instrumento el asesino se puso rojo y se le dilataron las pupilas. Contestó con una frase que pareció broma:
—Porque el último se me rompió en un cráneo.
Tris lo siguió hasta llegar a la casa del sujeto, ubicada en la Doctores, muy cerca del mercado. Tris sabía que estaba hablando en serio. Cuando llegó, abrió la puerta y Tris lo siguió hasta el interior. Ahí encontró un cuerpo mutilado de una joven de unos 20 años. Junto a ella se encontraba otra mujer desnuda, amarrada e inconsciente, pero viva. El asesino estaba a punto de golpearle la cabeza cuando la mano de Tris lo detuvo. Tomó el mazo y fue a introducirlo en la nariz del sujeto. Luego desamarró a la chica y la sacó de la casa cubriéndola con una manta. Pero antes descuartizó al asesino y lo fue a poner junto con el otro cadáver. Después dejó a la mujer en la entrada de un hospital. Ella se encontraba drogada, por lo que no entendió nada de lo que pasó.