Sin duda, es tiempo de mujeres pero, ¿y las mujeres indígenas? Históricamente discriminadas, víctimas de violaciones a sus derechos civiles, económicos, sociales y culturales, pese a todos los obstáculos también son lideresas de sus territorios, defensoras de su cultura, tradiciones y recursos naturales. Y, sin embargo, en la esfera política su presencia es casi invisible.
En cada elección y en cada espacio de poder las mujeres han logrado avances importantes. Pero hay voces que aún no han sido escuchadas de manera justa y suficiente: las de las mujeres indígenas.
Pese a ser más de doce millones en México, las mujeres indígenas siguen siendo una de las poblaciones más excluidas y vulneradas, no solo en sus derechos sociales y económicos, sino también en sus derechos políticos.
Durante años estas mujeres han enfrentado discriminación y violencia política que buscan silenciarlas y mantenerlas fuera de los espacios de decisión. Esto no solo significa una falta de representación, sino también la pérdida de perspectivas fundamentales para la diversidad y el fortalecimiento de la democracia en el país.
La historia de las mujeres indígenas en la política es sinónimo de resistencia. No necesitan ser rescatadas, pero exigen, con justicia, el reconocimiento de sus derechos.
Son lideresas en sus comunidades, guardianas de sus tradiciones y defensoras de sus recursos.
Desde la defensa de su tierra hasta la preservación de su cultura estas mujeres han sido pilares de sus comunidades y a menudo las primeras en alzar la voz contra la injusticia.
Inclusión
Y aun así su presencia en cargos de representación sigue siendo mínima. Menos de 4% de los cargos municipales en el país están ocupados por personas indígenas; y en el caso de las mujeres las cifras son todavía más bajas.
A pesar de esta baja representación las mujeres indígenas que han logrado acceder a cargos públicos enfrentan retos enormes: la violencia política y los estereotipos que las deslegitiman como líderes.
En el último año, los casos documentados de violencia hacia mujeres indígenas en procesos electorales han aumentado en 30%. Esta violencia no solo amenaza su integridad física, sino que busca despojarles de su derecho a participar y decidir sobre el futuro de sus comunidades.
La reciente reforma al artículo 2 constitucional es un paso hacia su inclusión, al otorgar presupuesto directo y fortalecer sus derechos políticos. La reforma, sin embargo, será insuficiente si no va acompañada de una implementación firme y de un compromiso real por parte de las autoridades para garantizar que las mujeres indígenas puedan participar sin miedo y sin ser obstaculizadas por la violencia política. Esto requiere políticas públicas que incluyan una perspectiva de género e identidad cultural, así como mecanismos claros de protección y acompañamiento para las mujeres indígenas que busquen o ejerzan cargos públicos.
En una democracia que aspire a ser incluyente y representativa, la participación de las mujeres indígenas es esencial. Sin su voz, el sistema sigue siendo incompleto, desconectado de la realidad de millones de mexicanos y mexicanas que viven en condiciones de exclusión.
Es tiempo de mujeres, sí, pero de todas las mujeres, sin excepciones. Las mujeres indígenas no solo deben estar en la política: merecen un espacio seguro y respetado en la toma de decisiones.
Su inclusión no es una concesión, sino un derecho y una necesidad para construir un país donde cada voz, cada experiencia y cada lucha cuenten. La participación de las mujeres indígenas es una demanda de justicia y un llamado a reconocer la riqueza y diversidad de nuestro tejido social. Que nunca más sean silenciadas.