En esta ocasión conversé con la exmagistrada federal Mónica Güicho, quien se desempeñó en la administración de justicia y administración pública como magistrada en el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje y presidió su Comisión de Igualdad y Derechos Humanos desde 2015.
¿Qué opina sobre la importancia de que las mujeres participen en la toma de decisiones en México? “Muy satisfecha de que ya logremos en nuestro país contar con una presidenta de la República, por ejemplo, y sabemos que en esta lucha hemos trabajado nosotras que ahora nos vemos seguido, cotidianamente, sí, pero detrás de nosotras estuvieron nuestras madres, nuestras abuelas y muchas mujeres durante siglos hasta lograr estos objetivos realizados y contar con una presidenta, como ella lo viene señalando. Es un logro en el que ha llegado ella, pero llegamos todas. Y esto enseña y educa muchísimo, es un gran factor de cambio cultural”, afirma Güicho.
El contexto es interesante y lo relata la exmagistrada originaria de Culiacán, Sinaloa: “En nuestro país tuvimos un ejercicio muy importante, a mí me parece destacado, el del cambio constitucional en 1974, cuando se introdujo la igualdad entre el hombre y la mujer a nivel constitucional. Y tenía mucho sentido este compromiso mundial de nuestro país, porque íbamos a ser la sede de la Convención Internacional de la Mujer. En México teníamos que demostrar que algo se había hecho. Me parece que ese punto es un elemento emblemático que impulsó grandes transformaciones en México”.
¿Qué la inspiró a iniciar su camino por la búsqueda de la justicia? “Me percataba de que había muchas injusticias; y más bien ha sido la injusticia la que me ha llamado a levantarme a tomar acción escolar, profesional y ahora en el ámbito de impartición de justicia, que no ha sido la excepción”.
Movimientos de lucha
Durante siglos las mujeres han luchado por abrirse camino en los tribunales, enfrentando resistencias institucionales y culturales. Hoy, aun cuando la presencia femenina en el Poder Judicial ha crecido, todavía queda mucho por hacer. “Nos ha tocado esta gran oportunidad. A lo largo de 200 años de la Corte contar con solo 15 ministras es muy poco, pero ya llegamos al momento del aceleramiento y esto se convierte en una realidad alcanzable. Al principio no fue fácil. Cuando asumí el cargo de magistrada federal, hace aproximadamente diez años, me incorporé a un Tribunal en el que el pleno, un aro grande, grande, integrado por 25 personas, 21 eran varones y solamente cuatro mujeres. Me parecía muy poco representativo de nuestra realidad social”.
Güicho, abogada con estudios de maestría y doctorado y reconocida con menciones honoríficas a lo largo de su trayectoria, reflexiona sobre la importancia de juzgar con perspectiva de género. “El juzgar con perspectiva de género es una metodología que hemos impulsado mayoritariamente las mujeres que hemos tomado parte de la impartición de justicia y que somos pocas. En esa época que te cuento, en 2010 o 2011, la representación de mujeres en puestos de juezas, magistradas o ministras era mínima en este Tribunal, el mío, que es en materia laboral. Por cierto, era alrededor de 10% de mujeres e iba aumentando poco a poco. Pero ahora ya tenemos un mandato constitucional hacia la integración paritaria en el sector público”.
¿Qué mensaje envía a otras mujeres que buscan destacar? “En principio no decepcionarse y que todo cambia; finalmente tenemos circunstancias a veces adversas, que nos generan experiencias no muy positivas, pero no hay que desanimarse. Creo que hay que siempre luchar, continuar con mucho ánimo y aunque no haya alrededor confianza en nosotras, generar autoconfianza y seguir apoyándonos en estas grandes redes de mujeres, porque esto es un gran beneficio que se ha creado a partir de estos movimientos de lucha, en el que las mujeres nos hemos apoyado unas a otras”.
Finalmente, la exmagistrada destaca la importancia de las redes de apoyo y la sonoridad. “Estas redes de apoyo son muy relevantes. Me da mucho gusto poder decir que ha ido cambiando este concepto, porque tiempo atrás yo estuve fuera, viviendo algunos años fuera de México, pero regreso y me encuentro como un eco aquello de que ‘la peor enemiga de una mujer es otra mujer’. Yo decía, ‘¿pero por qué?, si normalmente hay una reacción de ayuda y de solidaridad y lo he constatado’. Me parece que es de esas frases que ya no tienen cabida, porque si a alguien le ocurrió una experiencia de ese tipo, pues debo decir con mucho orgullo que las mujeres hemos aprendido a trabajar con mujeres y ayudarnos entre nosotras, a ser más fuertes y, sobre todo, a superar barreras y adversidades”.