Para muchos sorpresivo, pero no se puede soslayar el viraje que ha tomado en el campo político uno de los países que más ha sufrido las consecuencias de gobiernos identificados con tendencias socio-izquierdistas. Argentina es en Latinoamérica un caso trágico que se ejemplifica con cifras que en el momento actual se encuentran en su peor nivel: una inflación interanual que ronda 117% pesa sobre un cúmulo de argentinos cuya población aloja a 45 millones de pobres.
La devaluación en la nación sudamericana crece a ritmos acelerados e incluso se pronunció con los resultados que hasta el momento han arrojado las recientes elecciones primarias; el peso argentino se devalúa a razón de 17% mensual.
No puede haber un peor escenario para la que hasta este momento es considerada la tercera economía más grande de América Latina.
Pero se dice que las tendencias en política suelen ser de tipo pendular. Y todo este caldo de cultivo, lentamente sazonado en más de una década de fracasos y frustraciones, arroja un electorado de 35 millones de argentinos que reciben con escepticismo cualquier tipo de oferta política. La sucesión de Alberto Fernández parece ser la más complicada después de antecedentes que delinean un gran fracaso gubernamental para ponerse en pie del macrismo y que terminó por hundir más a la economía y a polarizar el ánimo de un país que ha dado el primer paso para optar por un cambio de timón hacia la derecha radical.
Es ahí, en la antítesis del actual estilo de gobierno, donde se ubica un economista de 52 años que pregona la necesidad de un cambio absoluto y violento hacia nuevos rumbos. Javier Milei, un libertario que propone hondas rupturas con las castas políticas, es ahora el virtual ganador de la elección con 30% de las preferencias.
Ambivalencia
Libertad Avanza, la institución política que sustenta a Milei, se fortaleció paulatinamente desde 2021, cuando se convirtió en tercera fuerza en Buenos Aires. Hoy suma los adeptos suficientes para perfilar a Milei como una propuesta real y viable para el próximo gobierno, aun cuando hay que tomarlo con reserva porque el camino hacia las secundarias es todavía muy largo.
En realidad, el camino es prolongado ya que debemos tener en cuenta que en esta primera etapa de la elección la votación ha sido sumamente módica: menos de 28% del electorado. Recordemos el caso chileno, donde José Antonio Kast le ganó en primera vuelta a Gabriel Boric, pero este último lo derrotó en la segunda vuelta por poco más de diez puntos. Este fenómeno se da en escenarios en los que, ante lo estruendoso del resultado en las primarias, se incrementa el número de votantes para la segunda vuelta de forma considerable. Ahí la segunda opción política suele tener la mayor oportunidad.
Y vaya que el caso de Milei es digno de estudio. Incluso se le ha definido dentro de un parámetro de actuación de la ultraderecha autoritaria, más que perteneciente a una derecha tradicional. Milei transita con escándalo en su diálogo; el tono de ruptura e indignación empatiza con el argentino que generacionalmente ha visto sumida su vida en la crisis perpetuada. Arropa en su propuesta cultural el parecer de un sector amplio del conservadurismo peronista con la abolición del aborto y el matrimonio igualitario.
Su agenda económica señala abiertamente culpables y los sienta anticipadamente en un escenario de ejecución pública para saciar al pueblo con la sangre de aquellos que designa como responsables de sus carencias.
Es un sujeto estridente pero sumamente hábil en la diatriba; su ambivalencia con el sistema democrático lo mantiene en la raya de lo que la generalidad podría acoger en torno a la representatividad y la función pública. ¿Posible como presidente de la república de Argentina? Sin duda, ante un escenario de escepticismo, desencanto, rencor social y ánimo de reivindicación revanchista de los argentinos.
Milei haría valer su ley sumado a proyectos históricos latinoamericanos en lo contemporáneo como Bolsonaro y Kast, así como a parámetros ideológicos radicales como los de Santiago Abascal, de Vox, en España, y a los del mismísimo Trump en Estados Unidos.