MICKEY 17, LA REPETICIÓN COMO CONDENA (Y SÁTIRA)

Francisca Yolin
Columnas
Share
Mickey 17

Bong Joon-ho regresa con Mickey 17, una fábula de ciencia ficción que si bien no alcanza la precisión corrosiva de Parasite se adentra en territorios inquietantes.

Adaptada de la novela Mickey7, de Edward Ashton, sigue a Mickey Barnes (Robert Pattinson), un expendable (es decir, un desechable) en una misión de colonización en Niflheim. Su trabajo es realizar tareas letales con la garantía de ser clonado cada vez que muere.

Pero cuando Mickey 17 sobrevive y descubre que Mickey 18 ha sido impreso para reemplazarlo, la crisis existencial se convierte en un duelo de identidad. Bong, más cercano aquí a la extravagancia de Okja que a la precisión de Snowpiercer, mezcla sátira política, humor negro y ciencia ficción en un espectáculo visual impactante, aunque por momentos disperso.

Las actuaciones son de los puntos más destacables del filme. Pattinson, cada vez más cómodo en papeles desafiantes, ofrece una interpretación fascinante al dar vida a ambos Mickeys. El 17 es vulnerable y resignado, mientras que el 18 es agresivo y determinado. Pattinson juega con la fisicalidad y la voz para diferenciarlos, recordando su versatilidad en Good Time y The Lighthouse.

Naomi Ackie, Mark Ruffalo y Toni Collette también aportan grandes interpretaciones que enriquecen la dinámica con Pattison.

Combinación

En lo visual, Mickey 17 deslumbra. La fotografía de Darius Khondji captura la frialdad de Niflheim con sus tonos azulados y la opresión de los interiores industriales, mientras que el diseño de producción de Fiona Crombie evoca una civilización decadente.

Bong mantiene su estilo ágil, alternando entre lo cómico y lo trágico con soltura. Sin embargo, la película tropieza en su segundo acto al perderse en subtramas sobre conspiraciones y la relación con los creepers, una especie alienígena clave en la supervivencia de Mickey 17. Aunque visualmente llamativos, estos segmentos ralentizan la historia sin aportar demasiado a su desenlace.

El mensaje de la película es claro: en un sistema que prioriza el poder y la ambición sobre la vida humana, la existencia misma se convierte en un bien desechable. La colonia en Niflheim no es solo un experimento espacial, sino un reflejo de una sociedad que sacrifica a los más débiles en nombre del progreso.

Bong aborda temas como la explotación laboral, la manipulación política y la supremacía racial, sin sutilezas, pero logra momentos de gran impacto. Destaca una escena en la que Ackie enfrenta a los líderes de la misión con una ráfaga de verdades incómodas, demostrando la capacidad del director para capturar la rabia contenida en medio del absurdo.

Mickey 17 no es la obra más refinada de Bong Joon-ho, pero es una película audaz que en sus mejores momentos mezcla la ciencia ficción existencial con la sátira mordaz. Su combinación de acción, humor negro y crítica social puede sentirse desigual, pero nunca aburrida.

Aunque no alcanza el equilibrio de sus mejores trabajos, sigue siendo una propuesta fascinante que confirma su capacidad de jugar con géneros sin miedo al exceso.