Sin duda, es tiempo de mujeres, pero ¿y las mujeres indígenas? Históricamente discriminadas; víctimas de violaciones a sus derechos civiles, económicos, sociales, culturales; pese a todos los obstáculos también son lideresas de sus territorios, defensoras de su cultura, tradiciones y recursos naturales.
En esta ocasión conversé con la senadora Reyna Celeste Ascencio Ortega, originaria de las comunidades indígenas de Paracho, Michoacán. Hoy es presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la cámara alta.
“Mis abuelitos fueron campesinos, tanto mi paterno como mi materno. Mis abuelitas fueron amas de casa o comerciantes. Afortunadamente ya mis papás tuvieron la oportunidad de estudiar”, dice con orgullo. “Mi mamá siempre nos inculcó el tema de la lucha, de la equidad y todos esos temas; entonces andábamos acompañando a mi mamá desde la primaria; ella se venía a los movimientos magisteriales aquí a Ciudad de México”.
Celeste descubrió su pasión por la política y el activismo desde joven. “Desde la preparatoria, desde la secundaria, ya andaba en Morena”, recuerda.
A través de becas académicas logró destacar para convertirse en abogada. Fue en las aulas donde empezó su lucha. “Había un maestro que una ocasión me dijo: ‘¡No, tú cállate, tú no sabes nada, eres muy joven!’ Y entonces desde ahí empezó esta lucha de decir: ‘Oigan, ¿por qué nos tienen que callar?’ En aquel momento tendría como 19 o 20 años. Y eso me molestó muchísimo, yo pensaba que no nos podían callar por el hecho de ser jóvenes y que también teníamos muchas ideas y muchas propuestas”.
Su salida de Paracho, Michoacán, fue crucial. “Es en la prepa, y yo agradezco mucho también a mis papás que me dejaron salir de Paracho para estudiar en Uruapan, donde me doy cuenta de que me estoy sintiendo atraída por alguien de mi mismo género. Entonces fue definitivamente algo muy difícil, pero que al final del día acepté, gracias a que salgo de mi municipio, a que conozco más personas, a que conozco otras maneras de ver la vida, de vivir. Yo antes de estar en el tema meramente del activismo hacía investigaciones al respecto, en este caso de pueblos originarios y familias homoparentales. Me fui a Buenos Aires, Argentina, en 2015; estaban a cinco años de la aprobación y celebración del matrimonio homoparental y adopciones. Y de ahí llegué diciendo, ‘todo esto lo tenemos que aterrizar también’. De ahí llego con una gran inquietud, con mucha energía de querer transformar la vida desde nuestro municipio, desde nuestro estado y en nuestro país”, indica la legisladora.
Lucha y raíces
“Si en 2024 nos tocó todavía tanto machismo, tanta misoginia, tanta discriminación, no me imagino lo que debe haber sido hace 60 años, hace 200 años que empezó la República”, reflexiona Celeste, poniendo en perspectiva las dificultades históricas que enfrentan las mujeres, especialmente en comunidades indígenas.
“Nos sentimos orgullosas de nuestras tradiciones, de nuestra gastronomía, de nuestros trajes típicos, pero nunca nos vamos a sentir orgullosas de que los usos y costumbres se conviertan en abusos y costumbres para nosotras. Y esos abusos y costumbres muchas ocasiones se traducen en violencia política, en violencia física, sicológica, económica, en el ¡tú cállate! ¡Tú te vas a la cocina, a los hijos y nada más! Hay que romper con todos esos paradigmas; decir ‘yo ya no voy a ser la que le sirva el plato a mi hermano, a mi papá, a quien sea’. Sí por respeto, porque somos familia, por ser servicial, pero no porque nos lo tengan que imponer. Nos damos cuenta de que la lucha va desde el hogar”, reflexiona.
La violencia política es una realidad latente entre las mujeres indígenas. “Nosotras en 2018 estuvimos buscando candidatas para que llegaran a la presidencia municipal y para mí fue muy triste, porque tocamos la puerta de cuando menos diez mujeres y todas nos decían ‘déjame le pido permiso a mi esposo’, ‘déjame pido permiso porque los niños’, por esto, por aquello. Fue muy triste que dijeran ‘pedir permiso’. No es lo mismo decir, ‘lo voy a comentar con mi esposo para llegar a un acuerdo’, a decir ‘pedir permiso’. ¿Me explico? ¿Como por qué tendríamos que pedirle permiso a alguien?”, cuestiona la representante de pueblos originarios.
Finalmente, envía un mensaje a otras mujeres: “Decirles que crean en ustedes mismas, que después de verme a mí como diputada federal y como senadora de la República, claro que todo es posible”.
En México viven más de doce millones de mujeres indígenas que no necesitan ser rescatadas y exigen respeto a sus derechos político electorales para que nunca más sean silenciadas.