Para Ana y María, con todo mi amor.
Una de las obras musicales más completas que podemos encontrar en el repertorio de la historia de la humanidad es El sueño de una noche de verano, de Felix Mendelssohn-Bartholdy, con base en la obra literaria, bajo el mismo título, de William Shakespeare.
Como tantos otros compositores de los periodos clásico y romántico, Mendelssohn tuvo una vida breve: tan solo 38 años (febrero 1809–noviembre 1847), pero suficiente para trascender como un auténtico prodigio de la naturaleza.
El compositor concluyó la Obertura (opus 21) de esta obra maestra cuando tenía tan solo 17 años, en agosto de 1826. En ese momento no pensaba que sería parte de la música incidental para la comedia de Shakespeare, sino sencillamente una mera obertura de concierto, en solitario.
De hecho, El sueño de una noche de verano, como tal, está bajo el catálogo opus 61 y fue escrita por Mendelssohn hasta 1842 por encargo del Rey Federico Guillermo IV de Prusia. En aquel entonces nuestro compositor era director musical de la Real Academia de las Artes y de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Ahí es cuando decide incluir su famosa Obertura como parte de esta magna obra, que consta de 14 números o movimientos. Entre ellos destacan las partes meramente orquestales, como lo son la propia Obertura, el Scherzo, el Nocturno y la muy famosa y vibrante Marcha Nupcial.
Aportaciones
De familia acomodada y origen judío, Mendelssohn se convierte en cristiano protestante luterano. Su hermana Fanny también era pianista y compositora. La obra de Felix incluye composiciones tan notables como su Concierto para violín y orquesta, considerado uno de los cuatro grandes de la humanidad, junto con los de Beethoven, Brahms y Tchaikovsky (aunque yo agregaría el de Sibelius y el primero de Max Bruch); sus oratorios Paulus y Elías; sus cinco sinfonías —en particular la Escocesa y la Italiana—; sus Romanzas sin palabras y la obertura Las Hébridas, entre tantas otras.
De las mayores aportaciones que podemos hallar en la biografía de Felix Mendelssohn —de hecho fue una de las dos misiones que se puso en la vida— está la fundación del Conservatorio de Leipzig.
La otra gran tarea, de dimensiones titánicas, fue revivir La pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach. Esta obra maestra, universal e inconmensurable, no había sido interpretada desde la muerte del compositor en 1750, hasta que el joven de tan solo 20 años la dirigió el 11 de marzo de 1829 en Berlín.
Difícilmente podemos articular una historia que incluya la genialidad de Shakespeare, el prodigio de Mendelssohn, la inspiración de J. S. Bach y ocasiones tan personales, íntimas y prometedoras como lo es contraer nupcias con la persona amada.
Para mí, queridos lectores, la Marcha Nupcial tiene hoy un significado muy distinto al que tuvo desde mis tiempos en el Conservatorio Nacional de Música. Hoy me llena de emoción e ilusión. Y junto con este profundo sentimiento, imploro que vengan las bendiciones para dos parejas que están por unir sus vidas. Sirva la ocasión para desearles, a todos ustedes y sus apreciables familias, salud, éxito, bienestar y felicidad en este año que inicia. Y que la buena música siempre nos acompañe.
Como dijera Friedrich Nietzsche: “Sin música, la vida sería un error”.