LA MALA INFLUENCIA DE LOS INFLUENCERS

Columnas
Share
Influencers

No hay duda de que la exposición al mundo digital es prácticamente inevitable, a menos que se viva en un aislamiento impenetrable. Todos, quizá con muy contadas excepciones, de una forma u otra tenemos siempre una ventana de apertura hacia ese mundo; con patrones de consumo diferentes, pero prácticamente estamos en constante contacto subrayadamente con redes sociales.

El fenómeno se acrecienta en la denominada Generación Z, que se refiere a aquellas personas cuyo nacimiento se ubica entre 1997 y 2012. Estos aún jóvenes han basado en gran parte la forja de carácter y personalidad en la influencia aportada por los contenidos que durante años han absorbido a través de este intrincado y a veces peligroso mundo de las redes sociales (RRSS). En consecuencia, esta influencia moldea formas de comunicar, crea códigos de entendimiento generacional y, por supuesto, impacta de manera relevante el comportamiento social e incluso la salud mental y física de aquellos inmersos en tan vasto océano.

Tal dinámica en la forma de vida de toda una generación ha impulsado el surgimiento de figuras públicas que se presentan con distintos contenidos a efecto de ganar un público potencialmente inmenso. Cuando la competencia se vuelve intensa, estos influencers llegan a crear personajes que no son necesariamente un buen ejemplo para quienes los visualizan.

Dale Carnegie, escritor estadunidense del siglo pasado, daba las primeras pinceladas del porqué incluso ejemplos repugnantes de comportamiento son adoptables por una mente ávida de dibujar su propio perfil. En la medida en la que la reiteración y la aceptación colectiva de cartabones están a la vista mediante canales de difusión masivos, la masa influenciable crece de manera exponencial e incluso en contra, de costumbres social y moralmente aceptadas. El personaje creado por el “influenciador” encuentra puntos de identidad y contacto con aspiraciones, rencores, frustraciones, gustos y preferencias que pueden anidarse subrayadamente en juventudes.

Sobreexposición

Si bien estamos ante un mundo diametralmente distinto al de los cuarenta y cincuenta en Norteamérica, la mecánica no ha variado sustancialmente. Lo que sí es un diferenciador importante es la sobrexposición a la que estamos exhibidos mediante el avance tecnológico.

Conforme a lo aportado por un estudio del Journal of the American Medical Association Pediatrics el tiempo que actualmente la adolescencia llega a pasar ante una pantalla electrónica llega a grados de patología al afectar el desarrollo de capacidades cognitivas: se estima que un adolescente promedio puede llegar a pasar hasta cinco horas diarias en el mundo de las RRSS.

Por todos estos datos es preocupante que nuestra juventud pueda encontrar modelos a seguir en lo superfluo y lo pernicioso. Recientemente han resonado con estridencia los casos de figuras públicas denominadas influencers que han llegado a un desenlace desafortunado que incluso los confronta con la ley misma.

Sin pasar de ninguna manera por prohibición alguna, pero debemos estar conscientes de que el cibermundo ofrece un catálogo de conocimiento positivo, pero por igual ofrece un lodo sumamente espeso cuyo consumo conviene a todas luces evitar. Hoy la inmediatez en el consumo de información, la posibilidad de generar rentas atractivas a través de la creación de contenido y el vacío formativo de una educación presencial en los núcleos familiares cocrean un escenario de peligros para una importante masa crítica de jóvenes mexicanos.

Un joven sumido en la banalidad, que termina con una sentencia por 17 años en prisión; una joven menor de edad que sin pudor acuchilla a otra jovencita; y un sinfín de ejemplos que potencialmente están en la raya de cometer una atrocidad, no son un referente positivo desde ningún ángulo.

Es tan amplio el riesgo de encauzamiento de comportamientos negativos, que vale la pena aportar datos. Conforme a la encuesta de Klicksafe en el marco del Día Mundial de la Internet Segura, se sabe que un tercio de los jóvenes encuestados entre los doce y los 18 años asegura que las redes sociales constituyen su principal fuente para la toma de decisiones y la imitación de roles.

A riesgo de sonar anacrónico, la invitación es para que tengamos la atención debida a qué contenidos y a quiénes admiran nuestros jóvenes; volvamos a “culturizar” debidamente, no con influencias vacías y perniciosas.