JUGAR CON TRENES

Sergio Sarmiento
Columnas
Trenes México

Por alguna extraña razón a nuestros políticos les gusta jugar con trenecitos. No ha sido solo el caso de Andrés Manuel López Obrador: Enrique Peña Nieto tenía la misma obsesión y Claudia Sheinbaum también. El problema es que no juegan con modelos a escala sino con trenes de verdad que cuestan cientos de miles de millones de pesos.

Los ferrocarriles de carga pueden ser rentables si se construyen bien y son operados de manera profesional, ya que permiten el transporte de productos pesados de manera competitiva ante los camiones. Sin embargo, los de pasajeros, que son los que quieren construir nuestros políticos, impulsados por una extraña nostalgia, pierden dinero en casi cualquier lugar del mundo porque no son competitivos frente a los aviones en distancias largas o los autobuses en las cortas.

El 17 de octubre de 2023 López Obrador afirmó en una de sus mañaneras: “Es muy importante el regresar a los trenes de pasajeros… Estoy por terminar de hacer un memorándum para enviarlo a quienes tienen las concesiones de las vías férreas, a las empresas, informándoles que vamos a explorar la posibilidad de utilizar las vías férreas para trenes de pasajeros, las vías existentes”. Si no aceptan, añadió, le encargaría el servicio a la Marina.

¿Por qué no habrían de aceptar? Porque los trenes de pasajeros pierden dinero… y mucho. ¿Por qué insisten entonces los políticos en construirlos? Porque les dan notoriedad y votos, y porque el dinero no es suyo.

Sueños

Peña Nieto empezó a construir un tren entre Toluca y la Ciudad de México en 2014, pero dejó el proyecto inconcluso en 2018. El presupuesto original era de 38 mil 608 millones de pesos. López Obrador retomó el proyecto y prometió terminarlo en diciembre de 2023, a un costo de 105 mil millones. Muy a su estilo lo nombró El Insurgente y lo inauguró dos veces, el 15 de septiembre de 2023 y el 31 de agosto de 2024, pero sigue sin llegar a su destino final en Observatorio, en la Ciudad de México.

Peña Nieto también contrató la construcción de un tren entre la Ciudad de México y Querétaro con la China Railway Construction Corporation a un costo de cerca de 60 mil millones de pesos. Lo canceló después por razones presupuestarias. Si el tren hubiera tenido alguna posibilidad de rentabilidad, cualquier empresa privada lo habría retomado; pero no, todas las empresas del ramo sabían que perdería fuertes cantidades de dinero.

López Obrador lanzó el Tren Maya en 2020 con un presupuesto de 120 mil millones de pesos, pero sin un estudio previo de factibilidad. Pidió cotizaciones a empresas privadas, pero todas dijeron que era imposible hacerlo en ese precio y en tres años. Tenían razón. Hasta la fecha el proyecto ha costado unos 500 mil millones de pesos, aunque podrían ser más, porque las cifras han sido ocultadas por razones de “seguridad nacional”. El expresidente lo inauguró tres veces, pero aún sigue incompleto.

La presidenta Sheinbaum anuncia ahora que construirá tres mil kilómetros de trenes de pasajeros a un costo de 150 mil millones de pesos. Impulsó, además, una reforma constitucional para tener trenes de pasajeros en vías que actualmente se utilizan para carga. La experiencia nos dice que perderán dinero y que los 150 mil millones de costo se multiplicarán.

A los mexicanos nos saldría mucho más barato si regaláramos a nuestros políticos los mejores trenes eléctricos de juguete, porque dejarlos construir sus sueños guajiros nos ha costado ya demasiado.