TODO LO QUE AMAS SE LO DEBES AL CAPITALISMO

Guillermo Fárber
Columnas
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Capitalismo

“Seguro que alguna vez has tenido esta experiencia, o algo parecido: estás comiendo en un buen restaurante, o quizás en un hotel; los camareros van y vienen; la comida es fantástica; la conversación sobre todas las cosas va bien; hablan del tiempo, de música, de películas, de salud, de trivialidades en las noticias, de los niños, etcétera; pero entonces el tema gira en torno de la economía… y la cosa cambia.

“No eres de los agresivos, así que no proclamas inmediatamente los méritos del libre mercado. Esperas y dejas hablar a los demás. Sus prejuicios contra las empresas aparecen enseguida en la repetición de la última calumnia de los medios de comunicación contra el mercado, como que los propietarios de gasolineras provocan la inflación al subir los precios para llenarse los bolsillos a nuestra costa o que Walmart es, por supuesto, lo peor que le puede pasar a una comunidad.

“Empiezas a ofrecer un correctivo, señalando el otro lado. Entonces surge la verdad en forma de anuncio ingenuo, aunque definitivo, de una persona: ‘Bueno, supongo que en el fondo soy socialista’. Otros asienten con la cabeza.

“Por un lado, no hay nada qué decir. Estás rodeado de las bendiciones del capitalismo. La mesa del bufé, que tú y tus compañeros de almuerzo solo tuvieron que entrar en un edificio para encontrarla, tiene una mayor variedad de comida a un precio más barato que la que estuvo a disposición de cualquier persona viva —rey, señor, duque, plutócrata o Papa— en casi toda la historia del mundo. Ni siquiera hace 50 años esto habría sido imaginable”.

División del trabajo

“Toda la historia se ha definido por la lucha por los alimentos. Y, sin embargo, esa lucha se ha abolido no solo para los ricos, sino para todos los que viven en economías desarrolladas. Los antiguos, al contemplar esta escena, podrían haber supuesto que se trataba del Elíseo. El hombre medieval solo imaginaba escenas semejantes en sus visiones de la utopía. Incluso a finales del siglo XIX el palacio más dorado del industrial más rico requería un vasto personal e inmensos problemas para acercarse a él.

“Debemos esta escena al capitalismo. Por decirlo de otro modo, debemos esta escena a siglos de acumulación de capital a manos de personas libres que han puesto el capital a trabajar en favor de las innovaciones económicas, a la vez compitiendo con otros por el beneficio y cooperando con millones y millones de personas en una red mundial de división del trabajo en constante expansión.

“Los ahorros, las inversiones, los riesgos y el trabajo de cientos de años y de incontables personas libres han hecho posible esta escena, gracias a la capacidad siempre notable de una sociedad que se desarrolla en condiciones de libertad para alcanzar las más altas aspiraciones de sus miembros.

“Y, sin embargo, sentados al otro lado de la mesa hay personas bien educadas que imaginan que la forma de acabar con los males del mundo pasa por el socialismo. Ahora bien, las definiciones de socialismo difieren y estas personas probablemente se apresurarían a decir que no se refieren a la Unión Soviética ni nada parecido. Eso era socialismo solo de nombre, dirían. Pero si el socialismo significa algo hoy en día, imagina que puede haber alguna mejora social resultante del movimiento político para sacar el capital de manos privadas y ponerlo en manos del Estado.

“Otras tendencias del socialismo incluyen el deseo de ver a los trabajadores organizados según líneas de clase y dotados de algún tipo de poder coercitivo sobre cómo se utiliza la propiedad de sus empleadores. Puede ser tan simple como el deseo de poner un tope a los salarios de los directores ejecutivos, o puede ser tan extremo como el deseo de abolir toda propiedad privada, el dinero e incluso el matrimonio.

“Sea cual sea la especificidad del caso en cuestión, el socialismo siempre significa anular las decisiones libres de los individuos y sustituir esa capacidad de decisión por un plan general del Estado. Llevado lo suficientemente lejos este modo de pensamiento no solo significará el fin de los almuerzos opulentos: significará el fin de lo que todos conocemos como la civilización misma. Nos devolvería a un estado primitivo de existencia, viviendo de la caza y la recolección en un mundo con poco arte, música, ocio o caridad. Ninguna forma de socialismo es capaz de satisfacer las necesidades de los seis mil millones de personas que hay en el mundo, por lo que la población se reduciría drástica y rápidamente de una manera que haría que cualquier horror humano jamás conocido pareciera leve en comparación. Tampoco es posible divorciar al socialismo del totalitarismo, porque si te tomas en serio lo de acabar con la propiedad privada de los medios de producción, tienes que tomarte en serio también lo de acabar con la libertad y la creatividad. Tendrás que convertir toda la sociedad, o lo que quede de ella, en una prisión”.