Los intentos varían en cuanto a la lógica, objetivos explícitos y, sobre todo, por las consecuencias para el país invadido. Estados Unidos, a través del presidente Donald Trump, ha decidido jugar con opciones propias, la más reciente dada a conocer el miércoles 19. En ella se plantea que las centrales nucleares y generadoras de energía eléctrica instaladas en Ucrania pasen a ser administradas por su país, para así garantizar su adecuada reconstrucción y mantenimiento y, sobre todo, resguardo ante cualquier tipo de ataque o intento de sabotaje.
Se han ido estableciendo una serie de encuentros, conversaciones, entrevistas y otras fórmulas para acercar posiciones, pero hasta el momento, ninguna de forma bilateral y directa entre Moscú y Kiev. Un cuarto actor que se ha sumado a las propuestas para buscar terminar la invasión a Ucrania es la Unión Europea además del Reino Unido. Este acercamiento es inédito dada la longeva y hasta ahora indisoluble alianza de intereses de todo tipo entre ese país y Estados Unidos.
Otro factor que ha propiciado estabilidad en la Unión Europea, en cuanto a una política exterior con razonables márgenes de coherencia, ha sido el triunfo del conservador moderado Otto Mertz como nuevo primer ministro de Alemania. Esto debido al muy importante papel que tiene ese país en el concierto europeo.
No debe olvidarse la reciente sanción —de la que aquí dimos cuenta— de la Asamblea General de las Naciones Unidas a la invasión de Rusia a Ucrania, que si bien no tiene efectos materiales específicos, sí en cambio crea un ambiente de relativa homogeneidad en la comunidad internacional para convocar a terminar la invasión comenzada el 24 de febrero de 2022. Las posturas son, como sucede en estos casos a lo largo de la historia, irreductibles. Ucrania no aceptará intercambiar territorio por paz; y por su parte Rusia no renunciará a un solo fragmento de los avances terrestres de sus tropas. Como ha quedado demostrado, las guerras de ahora y siempre tienen como principal motivo y objetivo la conquista de territorios, mares y ríos.
Turbulencia internacional
Desde luego que para México también se trata de un escenario que se suma a la complejidad de las inciertas relaciones de nuestro país con Estados Unidos. Las razones son varias. La principal es que la prolongación de la guerra incide de forma directa y contundente en la migración forzada. Si bien puede argumentarse que los desplazados ucranianos que llegan a México son pocos, el tema (es decir, la migración) se mantiene en la agenda de Seguridad Internacional y como uno de los más sensibles en la relación entre Palacio Nacional y la Casa Blanca.
También, desde el comienzo de la invasión, el expresidente López Obrador decidió no sumarse a los gobiernos que desde el principio aplicaron distintas sanciones y restricciones comerciales y financieras a Rusia. El presidente Trump ha anunciado que en breve relajará las medidas restrictivas con el gobierno de Vladimir Putin, lo que a su vez generará una renovada turbulencia a nivel internacional.
Mucho más lejana se ve la normalización de las relaciones entre Europa y Moscú: ese será un capítulo específico de las conversaciones para alcanzar la paz. Mientras tanto, nuestro país debe persistir para lograr que los acuerdos multilaterales apunten a una normalización de una guerra a la que por el momento no se le vislumbra un final próximo.