LA ÚLTIMA CENA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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La última cena

Quien de verdad sabe de qué habla no encuentra razones para levantar la voz.

Leonardo da Vinci

La obra maestra de Leonardo da Vinci, La última cena, es uno de los murales más icónicos de la historia del arte. Pintada entre 1495 y 1498 en el convento de Santa Maria delle Grazie, en Milán, esta pintura no solo destaca por su técnica innovadora, sino también por su profundo significado religioso y cultural.

La representación de la última cena de Jesús con sus apóstoles antes de su crucifixión ha capturado la atención de espectadores y críticos a lo largo de los siglos.

Desde un punto de vista técnico Leonardo rompió con las convenciones del muralismo de su época al experimentar con la aplicación de óleo sobre yeso seco, en lugar de la técnica tradicional de fresco. Esta elección, aunque arriesgada, permitió una mayor riqueza de color y detalle. Sin embargo, también contribuyó a la rápida degradación de la obra, que ha requerido múltiples restauraciones.

A través de su maestría técnica, Leonardo logró capturar no solo la fisicidad de los personajes, sino también sus emociones y relaciones, creando una narrativa visual que invita al espectador a sumergirse en el momento.

En La última cena Leonardo presenta a los apóstoles en un momento de gran tensión emocional. El instante elegido es el anuncio de la traición de Judas, lo que provoca diversas reacciones entre los discípulos. Cada figura está cuidadosamente diseñada para reflejar una respuesta única, desde la sorpresa hasta la ira, y esto se traduce en una composición dinámica.

La disposición de los apóstoles en grupos de tres, junto con la figura central de Jesús, crea un sentido de equilibrio y orden en medio del caos emocional. Esta elección compositiva no solo dirige la mirada del espectador hacia Jesús, sino que también simboliza la idea de la unidad entre los apóstoles.

Además de su técnica, La última cena es rica en simbolismo. La figura de Jesús, situada en el centro de la composición, destaca no solo por su posición, sino también por su postura y la iluminación que lo envuelve. Sus brazos extendidos pueden interpretarse como un símbolo de apertura y entrega, sugiriendo su sacrificio inminente. A su izquierda, Judas se encuentra en la penumbra, lo que refuerza su papel como el traidor, mientras que a la derecha Juan, representado como un joven afeminado, parece mostrar un profundo dolor ante la noticia. Esta cuidadosa atención a la sicología de los personajes transforma la obra en un estudio sobre la naturaleza humana.

Carga simbólica

Culturalmente, La última cena ha tenido un impacto duradero en la historia del arte y la religión. A lo largo de los años ha sido objeto de innumerables interpretaciones y adaptaciones, desde representaciones teatrales hasta referencias en la cultura popular.

La obra también ha inspirado debates sobre la traición, la fe y el sacrificio, resonando en el ámbito espiritual y filosófico.

Esta obra de Da Vinci es mucho más que un simple mural: es una exploración compleja de las emociones humanas, la traición y el sacrificio. Su innovadora técnica y su profunda carga simbólica han asegurado su lugar en el canon del arte occidental. La obra sigue siendo una fuente de inspiración y reflexión, invitando a cada nuevo espectador a descubrir su propio significado en la relación entre lo divino y lo humano. Su legado perdura, testimonio de la genialidad de Leonardo y su visión del mundo.

Sin lugar a dudas este magnífico mural se puede apreciar en varios programas que pueden encontrar en las plataformas. No hay que olvidar que Dan Brown, en su película El código Da Vinci, la menciona dándole una explicación salida de un toque de mota.

El fresco

En la Iglesia del Carmen hay una fotografía del famoso cuadro de La última cena de Leonardo da Vinci. Lo extraño del caso es que cada Jueves Santo la fotografía se cae de donde está colgada; no hay una explicación lógica, pero siempre sucede. Y aunque el párroco ha intentado averiguar qué pasa, al grado de que se ha quedado durmiendo junto a la imagen, esta siempre acaba en el piso.

El cura, quien conoce a Tris, lo llamó para ver si podía averiguar qué pasaba. Descubrió que en la pared de afuera del convento hay un puesto de flores, que cada año golpea el muro en diferentes horarios para armar una gran corona de flores. El cura nunca se percató del asunto, pues siempre anda bien borracho.