La decisión de dejar la tierra que nos encuna es en sí una determinación traumática para quienes por obligación tienen que buscar mejores condiciones. La precariedad en la economía, que a veces lleva a situaciones de extrema carencia en las comunidades, ha sido un añejo factor para dejar atrás familia y casa a fin de migrar con esperanza de un mejor futuro.
Sin embargo, en este cometido muchas veces viven una real pesadilla tanto nuestros mexicanos como aquellos que provienen de distintas latitudes, pero hacen de este país un territorio de paso hacia Estados Unidos.
Es así que México siempre, y desde su vida independiente, ha sido receptor y paso de migrantes que han constituido verdaderas oleadas de personas que se quedan en nuestro territorio o que siguen su camino y aventura para llegar a la tierra del norte del Río Bravo.
Cómo hacer a un lado la llegada de españoles en la primera mitad del siglo XX, recepción de brazos abiertos ante la cruenta situación de guerra civil en aquella su patria. O flujos temporales que acaban por hacer raíz: si vamos a tiempos lejanos, las comunidades orientales, fundamentalmente chinas, asentadas en ciudades fronterizas como Mexicali. En la misma situación, pero en tiempos más recientes, está el gran número de trabajadores guatemaltecos que hallaron una ocupación de provecho en la región cafetalera del Soconusco chiapaneco.
Pero este siglo XXI ha sido particularmente complejo ante el notorio incremento de migrantes que llegan y pasan por nuestro país. La polémica política migratoria que en el inicio de sexenio le abría las puertas de par en par a todo extranjero en condición de necesidad tuvo un viraje obligado para edificar un real muro con la contención de la Guardia Nacional en la frontera sur.
Pero, aunque a pocos, el paso hacia el país del norte no ha sido contenido y, es más, se estima que se incrementa a razón de 17% en promedio sobre una base semestral. Y aunado al complicado panorama Centroamérica agrava su situación para ser una proveedora natural de migrantes ante las condiciones económicas derivadas de la pandemia, ante la situación de inseguridad por la proliferación de pandillas urbanas e incluso frente a fenómenos de tipo socioambiental. Se suman a la gran cantidad de centroamericanos aquellos provenientes de países caribeños, fundamentalmente de Haití y Cuba, además de los migrantes sudamericanos que vienen de Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia en su gran mayoría.
Agenda clara
Hoy el llamado de atención sobre la necesidad de una atención integral al fenómeno migratorio fulgura como nunca. El trágico evento en el que perdieron la vida al menos 39 migrantes en la estación del Instituto Nacional de Migración (INM) de Ciudad Juárez, en Chihuahua, debe despertar la conciencia de que estamos ante un fenómeno que inevitablemente se debe atender con transversalidad y multilateralidad. Si queremos evitar mayores tragedias, este es el tema que ya no se puede postergar.
Este muy lamentable suceso se suma a la larga cadena de tragedias donde cientos de migrantes han fallecido en el intento de una vida mejor. En los registros del horror recordamos la masacre de San Fernando, en Tamaulipas, en la cual un grupo de 72 migrantes, mayoritariamente ecuatorianos y brasileños, fueron asesinados a manos del grupo criminal de Los Zetas.
O, por supuesto, también en terrenos tamaulipecos, concretamente en Camargo, cuando en enero de 2021 al menos 19 guatemaltecos que iban de paso a EU perdieron la vida por igual a manos del crimen organizado. Sus cuerpos calcinados fueron hallados en una camioneta.
Y no tan solo el crimen azota con inclemencia: las condiciones en las cuales se les transporta y el gran riesgo que corren las personas por hacinamiento se vuelven fatales igualmente. He ahí el caso del tráiler que en 2021 sufrió un accidente fatal para 55 migrantes, mayoritariamente guatemaltecos, quienes compartían la caja de carga con otras 62 personas que lograron sobrevivir.
El hecho es que resulta irrenunciable atender mediante una política conjunta y con una agenda clara y estructurada este problema. No es este un asunto que se haya aliviado con políticas de integración ni con reforzamiento de contención en pasos fronterizos.