LA TERCA REALIDAD SE IMPONE EN LA RELACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS

Columnas
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México-Estados Unidos

La realidad se impone en todos los planos en la relación bilateral entre México y Estados Unidos: ya sea en el plano político, económico o social, ambos países son diferentes y soberanos; las ideologías y modo de vida son distintos, pero históricamente están ligados.

A lo largo de la región fronteriza hay ciudades hermanas, cuyos habitantes transitan de manera habitual y conviven, al igual que sucede con los cruces fronterizos entre esas ciudades, que de alguna forma representan la unión de dos culturas.

Por otra parte, independientemente de la firma del tratado comercial, la compra venta de mercancías entre Estados Unidos y México ha sido permanente y sin freno. Incluso durante la era de la fayuca y los jornaleros mexicanos que laboraban en territorio estadunidense la relación pasó por momentos complicados, pero los superó.

La migración es un tema añejo. Tanto, que sin duda podría decirse que comenzó desde antes de la pérdida del territorio mexicano y se acrecentó con los años hasta llegar a las administraciones de Kennedy, Nixon, Carter, Reagan y Clinton, por citar solo algunos dignatarios estadunidenses que trataron de frenar la migración.

Incluso hubo quienes otorgaron facilidades a los migrantes, no solo mexicanos, sino también de otras nacionalidades, para regularizar su situación legal y hasta adquirir la ciudadanía estadunidense.

En ese escenario nacieron hijos de migrantes que por ese solo hecho son estadunidenses y otros que bajo la administración Obama se convirtieron en dreamers.

En algún momento se establecieron esquemas para permitir el trabajo temporal, primordialmente en el campo, de jornaleros mexicanos en épocas específicas.

Sin dejar de mencionar que durante un tiempo algunas universidades estadunidenses optaron por atraer a jóvenes mexicanos con un talento especial, al igual que empresas, lo que dio pie a la llamada fuga de cerebros.

Escenario

Por otro lado, a la fecha los latinos en general han logrado encumbrarse como empresarios, emprendedores, ejecutivos de alto nivel e incluso en cargos de la administración estadunidense.

Ante este panorama lo claro es que muchas de las medidas que intente sacar adelante el presidente Donald Trump pueden enfrentar una oposición entre legisladores y empresarios, pero sobre todo entre la población en general.

Durante muchos años se pugnó por establecer una zona comercial y contar con normas generales que regularan la compra-venta de mercancías entre ambos países y el hecho de que ahora se cuente con un tratado se liga a los ajustes periódicos de manera obligada, algo que no se ha concretado de manera general en el plano migratorio, aunque hay algunos esquemas, sobre todo en el renglón agrario.

En todo caso, lo evidente es que la relación entre México y Estados Unidos es obligada y permanente. Entre ambas naciones están muy lejanas las posibilidades de una ruptura, sobre todo al amparo de la existencia de un escenario global en el que los mercados y zonas económicas son fundamentales.

Y más cuando Estados Unidos no se encuentra en una situación financiera boyante y enfrenta el riesgo de que la economía de los gigantes asiáticos, primordialmente China, termine por rebasarlo.

En ese escenario es cuando más necesita de socios comerciales sólidos. Y México es, por así decirlo, el principal en términos históricos y sociales.