LA SILLA ELÉCTRICA

Sergio Pérezgrovas
Columnas
SILLA ELÉCTRICA

Concentra todos tus pensamientos en el trabajo que tienes en las manos. Los rayos del sol no queman hasta que se enfocan.

Alexander Graham Bell

Thomas A. Edison contrató a Harold P. Brown para investigar la electrocución porque quería denostar el trabajo de su antiguo empleado, Nikola Tesla, afirmando que la corriente alterna, descubierta por Tesla, era muy peligrosa de usar porque una descarga podía matar a cualquiera.

Brown inventó la silla eléctrica con este fin. Hizo demostraciones en público y, sobre todo, a la prensa, matando animales frente a ellos con el sistema. Llegó a asesinar a un elefante llamado Topsy. Todo esto en los laboratorios del propio Edison en 1888. Fue cuando se comenzó a usar el término “electrocución”.

Dos años antes el estado de Nueva York creó un comité para buscar un nuevo sistema de ejecución que sustituyera al de la horca, que en ese momento era el que se usaba.

Ni Edison ni Westinghouse quisieron que se empleara su sistema de corriente, argumentando que el consumidor no querría usarlo en un futuro porque mataba a las personas. Esa fue una de las razones por las que Edison contrató a Brown.

El comité decidió utilizar el método de Brown, que se basaba en la corriente alterna. O sea, el pinche Edison era bien cabrón. Tesla decía que la corriente eléctrica alterna debía ser gratis, ya que se encontraba en el aire. Edison no quería perder contratos millonarios para el uso de la corriente continua.

El primer ejecutado en la silla eléctrica fue William Kemmer, en la prisión de Auburn, Nueva York, el 6 de agosto de 1890. Era vendedor ambulante de verduras, hijo de padres alemanes y alcohólicos y él mismo también alcohólico. William asesinó a su amante, Tillie Zieger, con un hacha pequeña.

Los detalles prácticos de la ejecución los realizó el primer electricista estatal, de nombre Edwin Davis. La primera mujer en ser muerta por este método fue Martha Mattie Garretson, a quien responsabilizaron del homicidio de su hijastra el 20 de marzo de 1899. Según registros, solo 29 mujeres, incluyendo a una menor, murieron por este método.

La silla eléctrica se convirtió en poco tiempo en la forma más eficaz para matar a los condenados en Estados Unidos y no fue sino hasta mediados de los cincuenta que la sustituyó la cámara de gas.

Entre los ejecutados están Sacco y Vanzetti por el presunto robo a mano armada y muerte de dos personas en 1920 (hay una peli de 1971 que lleva el mismo nombre, dirigida por Giuliano Montaldo, con música de Joan Báez y Ennio Morricone); Ruth Snyder, por el asesinato de su marido, en conjunto con su amante en 1928; o Ted Bundy, quien confesó haber matado a 30 mujeres (hay varias series y la cinta Ted Bundy: durmiendo con el asesino, con Zac Efron).

En 1944 un joven de 14 años fue ejecutado; se le acusó de matar a dos niñas. Se llamaba George Stinney. En 2014 lo encontraron inocente… aunque un poco tarde.

Son cuatro mil 461 seres humanos quienes han sido ejecutados en la silla eléctrica. Nueva York es el estado con más muertes (685).

Un ángel

Por La Merced, en unos baños que eran propiedad del amigo de la infancia de Tris, de nombre Jesús Contreras Ramírez, sucedió algo extraño. Jesús llamó a Tris para decirle que algunos vecinos se quejaban de unos gritos y un fuerte olor a carnitas quemadas.

Tris decidió pasar por el lugar, que en ese momento se encontraba desierto. Cuál fue su sorpresa al descubrir, en medio de uno de los cuartos que estaba cerrado con tres candados y que logró abrir con su ganzúa, una silla eléctrica y, junto, un horno crematorio.

Pidió a uno de sus compañeros una pequeña cámara y regresó a la siguiente noche a esconder el aparato. A los pocos días regresó y recogió su cámara. En las grabaciones vio a un hombre que torturaba a una mujer metiéndola en la silla y accionando el mecanismo, para luego quemarla en el horno.

Durante un mes, todas las noches regresó al lugar hasta que apareció el hombre con otra mujer. Ella llevaba puesta una capucha, por lo que no podía ver. Tris amagó al hombre, lo colocó en la silla y la accionó. Luego, sin quitarle la máscara, recogió a la mujer y la sacó al exterior. Después de un rato regresó a la habitación, prendió el horno y aventó el cuerpo del sujeto. La mujer no pudo explicar nada cuando la encontraron, puesto que se encontraba drogada y con la máscara. Cuando un transeúnte le preguntó, ella solo dijo:

—Un ángel me salvó la vida.