Los milagros no ocurren cuando lloras,
los milagros ocurren cuando crees.
El Sudario de Turín o mejor conocido como la Síndone, la Sábana Santa o el Santo Sudario, es una tela de lino que data, según estudios realizados en la edad media, de unos dos mil años.
Muestra la imagen de un hombre que está lleno de marcas, golpes y traumas físicos propios de la crucifixión. Se dice que es la sábana mortuoria del mismísimo Jesucristo.
La sábana pasó por las manos de Poncio Pilatos (quien afirmó paradójicamente que él se lavaba las manos por la muerte de Jesús), y estuvo en la tumba de Jesús. Después se la entregaron a San Lucas, quien la guardó y escondió hasta que la encontró Pedro.
Y Pedro se la entregó a la mujer de Pilatos, Claudia Prócula, quien se convirtió al cristianismo, afirman las malas lenguas. Con los años, a ella la convirtieron en santa.
La sábana se perdió por muchos años hasta que en 1355 fue hallada en Lirey, cerca de París. Su dueño era Geoffroy Charny, nieto de un caballero templario del mismo nombre.
La sábana llegó a la ciudad de Turín cuando Manuel Filiberto de Saboya la trasladó a la nueva capital del ducado en 1578.
Para 1694 el sudario estaba en la capilla de la catedral de San Juan Bautista, que fuera proyectada por el fraile y arquitecto Guarino Guarini. En 1997 hubo un cortocircuito en la capilla y la sábana sufrió severos daños de quemaduras. Lo realmente extraño es que las manchas por quemadura no tocaron la imagen. Fue la tercera vez que el sudario pasó por fuego. El primer incendio fue antes de 1200 y el segundo en 1532.
Se sabe que la sangre encontrada en el santo sudario es de tipo AB. Es el mismo tipo de sangre que se encontró en el paño que puso Santa Verónica en la cara de Jesús cuando le limpió la cara (en dicho paño quedó impregnado “milagrosamente” el rostro de Jesús).
En el caso del Sudario de Turín se ha logrado demostrar que lo impreso en la tela es el negativo de una persona. Las condiciones de la cueva donde fue encontrada, la luz y la sangre hicieron el efecto de una cámara fotográfica, lo cual es físicamente factible. La Iglesia, y en específico el arzobispo de Turín, el cardenal Anastasio Ballestero, confirmaron oficialmente que el famoso sudario, considerado por los católicos como la reliquia más preciosa del catolicismo, es absolutamente falso.
Una vez más, un golpe bajo para los católicos. Aunque a los más ortodoxos y creyentes no les interesa. Ellos son fieles a sus convicciones. Cada quien puede hacer de su vida un papalote.
Topo Chico
En la morgue de la alcaldía Benito Juárez encontraron un cuerpo envuelto en una sábana de lino manchada de sangre. El forense determinó que el muertito debía ser rico, porque la tela era muy gruesa. Lo extraño era que las manchas tenían la forma del cuerpo del occiso.
Una vez más llamaron a Tris. Él, al analizar la sábana, se dio cuenta de que la impresión del cadáver mostraba varios impactos de bala. Preguntó dónde se había encontrado a la víctima. Le informaron que en el Parque de los Venados, muy cerca de la demarcación.
Los orificios realizados por arma de fuego eran de una bala muy especial que solo unos cuantos armeros en México podían vender. Después de investigar con sus armeros Tris encontró que un hombre había pedido que le fabricaran algunas de estas balas. Lo apodaban el Topo Chico, porque decían que tenía el pito chico y eso lo sacaba de quicio.
Tris dio con el maleante por la calle Félix Cuevas. Entró a su casa y encontró el arma y las balas, que tenían unas incisiones dentadas en la punta. El sujeto no estaba. Tris sabía que el calibre era de una 354, así que tomó seis tiros y los introdujo en el cilindro de la pistola. Esperó a que apareciera el Topo Chico y, cuando lo hizo, le gritó:
—¡Topo Chico! ¿Por qué dicen que tienes el pito chico?
El sujeto se volvió loco y trató de atacar con todas sus fuerzas a Tris, quien calladamente disparó a quemarropa, poniéndole los seis disparos en el mismo lugar del occiso, que resultó ser el amante del asesino. Bien dice el dicho que el que a hierro mata a hierro muere.