Y LA GUERRA SIGUE CABALGANDO

Guillermo Deloya
Columnas
GUERRA

Estamos a poco más de un mes de distancia desde que el grupo Hamás atacó de manera inesperada a Israel, para motivar con ello el arranque de un nuevo episodio en tal conflicto que, previsiblemente, no encontrará una inmediata solución.

Y parece que no hay manera de dar un viraje; los acontecimientos han encaminado el derrotero hacia un callejón sin salida en el que los israelíes están cuasi obligados a llevar el conflicto bélico hasta el exterminio. Es seguro que este país interpreta cualquier disminución o cese de las hostilidades como una muestra implícita de debilidad.

Sin embargo, el llamado al cese al fuego cada vez se hace más enérgico ante lo cruel y despiadada que ha sido la ofensiva israelí en el territorio palestino e incluso extendiéndose hasta el sur de Siria, lo cual puede impulsar otro frente de ataque en el conflicto.

Y ahora parece que el escenario es distinto a aquellas incursiones que de manera periódica ha sostenido Israel a lo largo del tiempo: en el pasado se ha entrado a territorio palestino por espacios no mayores a tres meses; hoy estamos ante un episodio que, de involucrar a nuevos actores, puede escalar y fortalecerse al grado de permanecer en la zona por años.

Las organizaciones humanitarias cada vez se encuentran más preocupadas por la postura inflexible de Israel. Incluso al grado de no escuchar los llamados de su tradicional y poderoso aliado, Estados Unidos. Lo anterior se afirma ya que hace pocos días dicho país, a través de su secretario de Estado, hizo una invitación para que Israel permitiera el paso a brigadas de ayuda humanitaria, lo que implicaba un alto al fuego. La respuesta de Benjamín Netanyahu fue inamovible: solo habrá un paso atrás si se da la liberación de la totalidad de los rehenes israelíes.

Supremacía

Mientras tanto, ya hay estimaciones que plasman lo doloroso que resulta esta guerra; diez mil muertos, de los que un importante número son niños y la gran mayoría están del lado de los palestinos. Ya estamos en la raya de división de un escenario con crímenes de lesa humanidad, donde a pesar de cualquier llamado no hay barrera de contención que impida el barrido que está haciendo Israel en la zona.

La muy dura realidad indica que a pesar de cualquier atrocidad el derecho internacional no provee de una vía legal expedita para poder detener y eventualmente condenar a quienes en lo colectivo o en lo individual cometan crímenes de guerra. No hay vías judiciales de acción inmediata y por lo tanto el sustanciar un proceso de este tipo generalmente toma varios años para poderse materializar.

En la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, no se suplen procesos penales que deberían llevarse a cabo mediante procesos locales; es una última instancia que complementa y a su vez se complementa por el accionar de los países miembros. De ahí que Israel puede proseguir sin mayor temor en su endurecida ruta contra Hamás, aun cuando ya los daños colaterales rebasan cualquier parámetro de entendimiento.

La opinión internacional, en tanto, se divide. Ya no es justificable ni mucho menos soportable que Israel continúe con la misma política bélica que no encuentra barrera alguna. Así, con EU inmerso en un proceso electoral, el propio Joe Biden se ve arrinconado porque la presión interna, tanto del Congreso como de su población, propugna mayoritariamente por un proceso de apoyo humanitario más que por un proceso de apoyo militar a Israel.

El resultado de una respuesta desmedida ante la primaria agresión de Hamás no deja bien parado ante el mundo a un Israel que ya se ve empecinado en ejemplificar con dureza respecto de su supremacía en el campo bélico. Escenas dantescas de muertos entre los escombros no justifican ante los ojos de la comunidad internacional el que esto haya sido la consecuencia inevitable del uso de escudos humanos y la operación subrepticia de un Hamás que usa hospitales y escuelas como centros de operación.

La condena se generaliza, pero las consecuencias no llegan, en tanto la guerra cabalga y nos seguirá dejando cicatrices que difícilmente se borrarán en el olvido.