EL PESO HISTÓRICO DE LA ETIQUETA DE TRAIDOR

“Los desafíos contemporáneos demandan un vocabulario político más sofisticado”.

Columnas
Compartir
Traición Historia

La historia de México está marcada por figuras controvertidas que han dejado huella en la manera de pensar el pasado nacional. Entre estos personajes Victoriano Huerta ocupa un lugar prominente como el paradigma de la traición en el imaginario mexicano. El episodio conocido como la Decena Trágica, ocurrido en febrero de 1913, sentenció a Huerta a la infamia cuando, tras conspirar contra el gobierno legítimo, ordenó el arresto del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, quienes posteriormente serían asesinados.

La figura de Huerta encarna lo que muchos mexicanos consideran la traición en su forma más pura. Como general del ejército federal, había jurado lealtad al gobierno que después derrocó. La manera calculada en que ejecutó el golpe de Estado, negociando con los enemigos de la Revolución y con intereses extranjeros, particularmente con el embajador estadunidense Henry Lane Wilson, añadió condenas a sus acciones.

Los eventos durante el golpe y el surgimiento del movimiento armado posterior consolidaron la percepción de Huerta como traidor. La brutal ejecución de Gustavo Madero, hermano del presidente depuesto, quien fue salvajemente torturado antes de su muerte, se suma a la lista de atrocidades atribuidas a su régimen.

En las aulas escolares de México Huerta ha sido presentado generación tras generación como el arquetipo del villano nacional. Los libros de texto gratuitos, desde su implementación en la década de 1960, han reforzado esta narrativa. Incluso entre académicos y profesores universitarios que suelen adoptar posturas críticas hacia la historia oficial Huerta rara vez encuentra defensores.

La condena casi universal a Huerta trasciende las divisiones ideológicas habituales. Historiadores conservadores y progresistas, aunque discrepan en muchos aspectos de la interpretación histórica, suelen coincidir en su valoración negativa de Huerta. Esta unanimidad es notable en un país donde las interpretaciones del pasado están frecuentemente polarizadas según líneas políticas contemporáneas.

Repertorio simbólico

La utilización del término “traidor” en la política mexicana contemporánea tiene raíces profundas que van más allá del caso Huerta. La historia de México está plagada de episodios donde la lealtad nacional ha sido cuestionada. Desde los conservadores que apoyaron la intervención francesa en el siglo XIX hasta los “vendepatrias” acusados de favorecer intereses extranjeros en diversos momentos, la acusación de traición ha sido una constante en el discurso político.

El nacionalismo mexicano, forjado y consolidado durante el siglo XX, provee un repertorio simbólico que puede ser movilizado para estos fines. Figuras históricas, monumentos, ceremonias y fechas conmemorativas son frecuentemente invocadas para reforzar acusaciones de traición o reclamos de lealtad.

La historia de Victoriano Huerta y la de otros traidores nos recuerda el poder de las narrativas históricas en la configuración del presente. Sin embargo, la complejidad de los desafíos contemporáneos demanda un vocabulario político más sofisticado que las simples etiquetas de “patriotas” y “traidores”. ¿Es posible hacerlo?