Como en la era posrevolucionaria la clase política nacional se ha comenzado a reestructurar: en principio el reacomodo de fuerzas evidencia la existencia de dos grupos, en tanto que en solitario una fuerza pugna por seguir un derrotero propio.
El viejo dilema sobre la existencia de capitalismo y comunismo o socialismo, ligado a la existencia de partidos de derecha e izquierda y algunos pretendidamente de centro, ha quedado superado.
Desde hace muchos años primordialmente quedó atrás el temor de que un partido de izquierda llegara al poder y modificara sustancialmente el esquema de gobierno y, por tanto, de la vida pública.
Lo que se aprecia en el fondo es que el sistema de partidos políticos en México, a nivel país, opera bajo esos dos grupos, donde uno se fortalece en tanto que otro se debilita.
El primer grupo, que encabeza la 4T con Morena al frente seguido por los partidos Verde y del Trabajo, ha avanzado y reconfigurado el mapa geopolítico nacional, alcanzando una fuerza que permite recordar el tiempo en el que el PRI fue el partido hegemónico cuyos líderes, con el presidente de la República en turno, lograron permanecer en el poder por siete décadas.
El segundo grupo, conformado inicialmente por PRI, PAN y PRD, se ha debilitado a partir de la pérdida del registro del partido del sol azteca, que de ser de izquierda se reconfiguró hasta quedar débil y perder el respaldo social del que gozó en 1997, cuando logró hacerse del gobierno en la capital del país, en tanto que PRI y PAN han registrado retrocesos severos en las preferencias del electorado, que los colocan en una situación de escasa representación social.
Y si a ello se suma la confrontación que bajo el liderazgo de Alejandro Moreno ha vivido el PRI, que terminó con una importante pérdida de curules en el Senado durante la Legislatura que está por concluir, la problemática se complica.
La expulsión de militantes que optaron por unirse a otras fuerzas políticas o simplemente abandonar su militancia, aunada a la rebelión interna que enfrenta ante la posibilidad de que Moreno prolongue su permanencia en el liderazgo nacional, parecen configurar el preámbulo de una fragmentación que más temprano que tarde terminará con la disolución de lo que fue el partido mayoritario del país durante gran parte del siglo pasado.
En tanto, el PAN ha comenzado a marcar distancia del PRI en busca de la sobrevivencia política mediante su ubicación como segunda fuerza política nacional.
Por su lado, Movimiento Ciudadano en solitario, con Dante Delgado a la cabeza, busca permanecer en el panorama y convertirse en el interlocutor obligado y pieza clave para que la 4T pueda sacar adelante el proyecto de nación que impulsa.
Unidad
En el fondo, es más que claro que en la próxima renovación de dirigencias nacionales el partido que verdaderamente será quien la realice de una forma más democrática y real será Morena.
Sin duda, el hecho de que Luisa María Alcalde tenga el panorama de su elección como próxima dirigente nacional claro y despejado demuestra dos aspectos. En primer lugar, que a la distancia Andrés Manuel López Obrador ha sabido tender los puentes y trazar la senda a seguir para que una representante de su movimiento se coloque al frente del instituto político que creó; y en segundo, la unidad y la disciplina tan necesarias en la vida política de todo instituto político que aspire a ser sólido.
La misma unidad y disciplina que prevaleció en el PRI hasta 1987, cuando surgió la Corriente Democrática; la que tanta falta hizo al PRD para contener las pugnas internas ocasionadas por las tribus; o la que mermó al PAN con la operación de grupos al interior en busca del poder, como en su momento la denominada Ola Azul.
Por donde se vea, Morena es hoy un partido sólido, con dirigentes que, como en su momento lo hizo López Obrador, han sabido aceptar, comprender y asimilar que su ciclo ha terminado.
Ahora la división de los partidos en el plano nacional es clara y en el mediano plazo terminará por demostrar su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias. México vive en la actualidad una era de extinción y reconfiguración del sistema de partidos, en la que no todos están dispuestos a tomar parte.