AHORA, LA DESTRUCCIÓN DE LA CULTURA

“Recuperar espacios de convivencia civilizatoria”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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Cultura

Haya sido accidental o un acto deliberado, el incendio producido el martes 3 de este mes en el Museo de Arte de Mazatlán, ubicado en el Centro Histórico de ese importante puerto y municipio del Pacífico mexicano, llega en el peor momento: las autoridades y peritajes locales apuntan a que es probable que se haya generado debido a la acumulación de gases producto de trabajos de limpieza con sustancias inflamables.

Lo cierto es que aunado a la grave, muy grave situación de violencia criminal que se vive en Culiacán y otras partes de Sinaloa, enfrentamos una situación inédita en la historia reciente y contemporánea del país.

Como sabemos, la crítica situación es derivada de la presentación ante las autoridades penales federales de Estados Unidos de un cabecilla histórico del narcotráfico de nuestro país, Ismael El Mayo Zambada García, y de uno de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, Joaquín Guzmán López.

Desde el 25 de julio la violencia en la capital de Sinaloa no ha hecho sino aumentar y expandirse por la entidad. Tan delicada está la deriva de la inseguridad pública, que desde el pasado día 4 el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Omar García Harfuch, debió trasladarse a Culiacán para personalmente encargarse del proceso de apaciguamiento. Esperemos que tenga éxito.

Los sistemas sociales, entre sus bases de adecuado y pacífico funcionamiento, tienen en la cultura, la instrucción o la educación pública, las costumbres y los hábitos, las principales bases de identidad, lo que a su vez permite/fomenta las condiciones para el desarrollo de cada una de las personas que los integran.

Las prácticas religiosas, festividades o efemérides relevantes (por ejemplo, el 12 de diciembre, para el caso de la Virgen de Guadalupe), se suman a las relevantes actividades artísticas y al conocimiento de las civilizaciones pasadas. Lo que convencionalmente conocemos como las artes clásicas significan quizás el patrimonio más importante para construir el futuro de cualquier nación.

Aportación

Por eso es tan mala noticia el incendio del Museo de Arte de Mazatlán. Me recuerda un auténtico acto de barbarie, cuando los fanáticos del gobierno de la guerrilla Talibán destruyeron mediante explosiones las colosales figuras de Buda en Bamiyán, Afganistán, en marzo de 2001, mismas que databan de entre los siglos V y VI.

La comparación que establezco es que las manifestaciones de la cultura, que al final no son propiedad de gobierno alguno, son una sustancial aportación al proceso civilizatorio encaminado a las manifestaciones de la libertad, la igualdad y la recíproca tolerancia.

Justo en la diversidad de las expresiones artísticas encontramos en los museos un evidente ejemplo de centros de concurrencia y convivencia armónica de los sistemas sociales locales y, por supuesto, de visitantes interesados en determinadas temáticas.

Otro importante caso lo podemos observar en la reinauguración de la Catedral de Notre Dame, el domingo 8 (a la que incluso ha sido invitado Donald Trump por el presidente Emmanuel Macron), luego de un pavoroso incendio que afectó gravemente la nave central en abril de 2019. Se trata de un referente fundamental de París, pero también de la cultura universal.

La recuperación del Museo de Arte de Mazatlán será una tarea de absoluta prioridad para los gobiernos municipal, estatal y federal. La participación de la sociedad en sus diversas expresiones organizativas, así como de las instituciones y del sector privado, de manera paradójica, será una renovada oportunidad para recuperar los espacios de cultura y convivencia civilizatoria. Así será.