LA CORONA ABOLLADA

“Tormentas por escándalos familiares y cuestionamientos en lo político”.

Guillermo Deloya
Columnas
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Un evento de protocolo, para algunos vetusto y rancio pero que acapara la atención y miradas de la totalidad del pueblo británico: la coronación de Carlos III no está exenta de polémica y hasta de malos presagios con aires de superstición e incertidumbre.

Sin duda una mácula incómoda en las celebraciones del evento que encumbra al sucesor al trono es la ruptura en el primer núcleo de la familia real, concretamente ese complicado entuerto que gestaron el príncipe Harry y su esposa, Meghan Markle, que deterioró la relación paternal con Carlos y fraternal con William.

Debe recordarse cómo Harry decidió alzar la voz en su biografía, cuya publicación constituyó una bomba detonada en el seno de la familia real; por igual, la serie Harry & Meghan reforzó los argumentos de ruptura y ambas cosas vinieron a ventilar sucesos de la vida privada que para más de uno resultaron incómodos.

Sin embargo, en aras de cumplir con los mínimos de cortesía y protocolo, se ha llegado a un acuerdo para que Harry esté presente el próximo 6 de mayo; presencia que no significa plena participación, ya que acudirá solo, sin la Duquesa de Sussex, y no formará parte de comitivas ni de balcones en la salutación.

Todo este escenario de complicaciones tiene una cobertura mayor, que es la que realmente amerita el análisis sobre qué tanto soporte popular y opinión positiva tienen los ingleses respecto de figuras que para muchos son ornamentales y anquilosadas.

Una perspectiva la aporta la firma YougGov, empresa que realiza estudios de mercado con un alto nivel de confiabilidad. En un estudio reciente 51% de los ingleses entrevistados expresaron su rechazo al financiamiento con recursos públicos de los actos protocolarios de coronación de Carlos III. Además, ante la pregunta sobre si aún se sentían identificados con una monarquía 62% contestó con un rotundo no.

Postura antimonárquica

El desgaste de la propia figura y el concepto de poder radicado en un orden monárquico es una realidad que obedece a múltiples razones. En primer término, el Reino Unido atraviesa por una crisis inflacionaria que ha elevado el costo de la vida en un porcentaje de dos cifras desde la pandemia hasta estos días. Aunado a lo anterior, la creciente desconfianza sobre el correcto funcionamiento gubernamental deviene también de una crisis política que llevó al cambio de primer ministro en dos ocasiones en un espacio de tiempo sumamente breve.

El alto costo de la vida y el desencanto en la política predisponen a una mayoría de ingleses a rechazar un despilfarro materializado en una ceremonia suntuosa, conciertos, eventos culturales y un enorme dispositivo de seguridad que costarán varios millones de liras. En un contexto como el que se vive y referido al estudio que mencionamos, 71% de encuestados estima que este gasto no debería realizarse y que los recursos pudieran destinarse a mejores acciones. Para muchos es una burla frente a la desdicha que viven cientos de personas que han perdido trabajos y bienes a consecuencia de los arduos tiempos que se viven.

La pregunta es entonces si realmente las instituciones y protocolos de realeza se encuentran vigentes y si no es este un buen momento para repensarlas o, en su caso, extinguirlas. Un modelo de Estado debe responder a ciertos parámetros de funcionalidad, idoneidad y aceptación; en un panorama primario bien parece que una monarquía y toda la pompa y ceremonia que la rodean no viven su mejor momento. Si el desgaste se vuelve incremental y sucesivo es muy probable que estemos viviendo con las últimas generaciones de realeza en el Reino Unido y seguramente en otros confines del mundo.

Estos cuestionamientos ya han tomado forma de causa dentro de la política británica y es el movimiento republicano el que alza la voz con la campaña “¡Otros 70 años no!” El republicanismo toma cada vez más adeptos dentro del Partido Laborista y su postura antimonárquica la apoyan mayoritariamente jóvenes de 18 a 30 años. Así, en medio de tormentas por escándalos familiares y cuestionamientos en lo político, Carlos portará una corona con notorias mellas.