Como salida de un elaborado guion con giros y recovecos, y quizá en un escondido intento por manejar la discusión colectiva, los archivos nacionales de los Estados Unidos de América publicaron miles y miles de hojas que contienen los registros desclasificados de las investigaciones sobre el asesinato de John F. Kennedy. Un magnicidio que ahora se conoce con mayor profundidad debido a esta publicación de más de 80 mil documentos que se realizó gracias a la orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump.
Y hay que decir que muchos de estos documentos ya habían encontrado la luz hace tiempo en las más de seis millones de páginas que a su vez se desclasificaron desde 2017; en tal año, también como una acción ejecutiva, el presidente norteamericano Trump había ordenado la desclasificación parcial de los archivos del caso, y mantuvo reservados como una carta bajo la manga los documentos que hoy se conocen, mismos que precisamente ha decidido emplear en estos tiempos.
Pero, repito, el contenido que hace la trama del caso bien podría trasladarse a la pantalla mediante una película de intriga y poder. Pero mejor aún, el caso pasa por México en una época donde al igual nuestro país encontraba años convulsos y complicados.
Conforme a distintas versiones, muchas de ellas aportadas por la prestigiada ABC News, apuntan a que la Central Intelligence Agency (CIA) intervino múltiples líneas telefónicas en México mediante una operación secreta denominada con el nombre clave LIFEAT.
Sospechas y conjeturas
La logística e implementación de dicha acción fue coordinada por Winston M. Scott, quien entonces fungía como jefe de estación de la CIA en México. Esta acción tuvo como marco uno ideal: la Guerra Fría, y por ello se centraron en distintas llamadas hechas desde y hacia las embajadas rusa y cubana. Es ahí donde se sabe que lograron la intervención de comunicaciones de personajes como Lázaro Cárdenas (a quien despectivamente le denominaban el “expresidente procomunista”), Vicente Lombardo Toledano, pionero y fundador del sindicalismo mexicano a través de la Confederación de Trabajadores de México (la afamada y entonces poderosa CTM) y muchos otros que, discretamente, solo referían mediante nombres clave.
Estas acciones permitieron darle un seguimiento previo al asesinato a quien siempre se le mencionó como el autor material del magnicidio: Lee Harvey Oswald. Ahora se sabe que, entre el 26 y el 28 de septiembre de 1963, Oswald intentó obtener una visa cubana en la embajada rusa. Lo anterior a efecto de viajar con libertad precisamente hacia el Gigante Rojo que moraba en el euroasiático. A pesar de su intento infructuoso, se sabe que Harvey Oswald mantuvo estrecho contacto y pláticas mientras estuvo en México, con un personaje ruso de nombre Vladimirovich Kostikov, lo que intercambiaron en la planeación de “algo sumamente grande” aún queda en el imaginario por lo impreciso de la información disponible.
Pero el auxilio para las andanzas de los norteamericanos en nuestro territorio alcanzó la más alta esfera. Fue incluso el propio presidente Díaz Ordaz quien estuvo al tanto de esa parte de la operación y facilitó la labor de la CIA en el país. Ahí por igual se visibiliza la labor soterrada de un Luis Echeverría quien, como secretario de Gobernación, le proporcionaba a los Estados Unidos diversas fichas con perfiles procomunistas que ingresaban o vivían en ese tiempo en el país.
Hay documentos que también detallan cómo incluso existían diversos funcionarios del gobierno mexicano o vinculados directamente a los personajes espiados que cooperaron con la CIA para la intervención de comunicaciones. Ahí se señala la participación de doña Elena Vázquez Gómez, quien era secretaria privada de Lázaro Cárdenas quien ayudó a la CIA a intervenir y marcar con químicos varios teléfonos que posteriormente se revisaban bajo luz ultravioleta para saber si estaban cableados.
Así que gran parte de los oscuros acuerdos y conjuras para materializar el sonado asesinato del presidente Kennedy se hicieron quizá aquí, en nuestro territorio patrio mexicano. Aun cuando ya es agua que ha pasado bajo el puente, resulta interesante darle atención y puntual seguimiento a lo que hoy por hoy todavía permanece en una espesa bruma de sospechas y conjeturas.