La segunda mitad del siglo XIX presenció un capítulo poco conocido (al menos aquí en México) en la historia de los territorios en Estados Unidos que antes fueron parte de la nación mexicana: la comunidad mexicana que ahí vivía sufrió actos de violencia colectiva, como linchamientos, por parte de los nuevos pobladores que buscaban hacerse con el control del territorio.
En esas tierras la sociedad angloamericana desarrolló una visión distorsionada de los mexicanos, con base en prejuicios raciales y un sentido de superioridad. Estas percepciones venían acompañadas de actos de violencia y despojo que marcarían las relaciones entre ambos pueblos.
Los angloamericanos a menudo veían a los mexicanos como una raza híbrida, combinación de europeo, indígena y negro, percepción racial compleja que se mezclaba con prejuicios religiosos contra el catolicismo, predominante entre la población mexicana.
Un artículo del New York Herald en 1848 criticaba duramente la religiosidad mexicana afirmando que “no están mucho más avanzados en sus nociones religiosas de lo que estaban en tiempos de los Montezumas”. La guerra entre México y EU reforzó estos sentimientos negativos. Esta visión se materializó en descripciones peyorativas y en la popularización de términos despectivos como greaser (“grasiento”), que asociaba a los mexicanos con la suciedad y la falta de higiene.
Las percepciones sobre los mexicanos variaban según el género y la clase social. Las mujeres mexicanas de clase baja eran frecuentemente asociadas con la prostitución, mientras que las de clase alta eran romantizadas y vistas como parejas potenciales para los colonos angloamericanos. En 1851, una mujer de nombre Josefa o Juanita fue linchada ante una multitud en el poblado de Downieville, California, por haber matado a un sujeto llamado John Cannon, quien intentó someterla. Los hombres mexicanos eran retratados como perezosos, traicioneros y propensos al crimen. Un viajero en 1857 advertía: “Nunca dejo que un mexicano cabalgue detrás de mí en el camino”, reflejando la desconfianza generalizada hacia esta comunidad.
Imaginarios
Estos estereotipos y prejuicios traspasaron el plano de las ideas y se materializaron en acciones concretas. La visión de los mexicanos como inferiores y no merecedores de las tierras que habitaban sirvió como justificación para el despojo y la violencia. Muchos colonos angloamericanos creían que era un “acto de la providencia divina” tomar las propiedades de los mexicanos en los territorios recién adquiridos.
La prensa jugó un papel crucial en la propagación y refuerzo de estos estereotipos. Numerosos periódicos publicaban artículos que fomentaban la violencia contra los mexicanos, describiéndolos con prejuicios negativos que solo ayudaban a crear imaginarios peyorativos sobre lo mexicano. Estas representaciones mediáticas alimentaron las hostilidades contra la comunidad mexicana.
La visión estereotipada de los mexicanos en EU estuvo detrás de varias de las relaciones entre angloamericanos y mexicanos durante la segunda mitad del siglo XIX y durante el XX. Estos prejuicios, profundamente sostenidos en percepciones raciales, religiosas y culturales, modificaron las interacciones cotidianas a la par de servir como justificación para actos de violencia, sometimiento y discriminación. Estos elementos crearon un clima hostil en los estados fronterizos con México del que relativamente poco se habla dentro de la historiografía mexicana (hay que agradecerle a la historiografía chicana sus trabajos en este tema) y mucho menos dentro del conocimiento público. Pareciera que después de la guerra con EU muchos asumieron que no ocurrió nada, dejando abandonadas las memorias de la comunidad mexicana que allí sufrió.