Un debate significa un ejercicio de contraste de ideas en el cual es posible dilucidar la preparación, temple e ideología que sustentan a un candidato. En el caso de un debate uno a uno, dicha visualización resulta más notoria. Si además hablamos de un debate uno a uno de los candidatos a la Presidencia de Estados Unidos, es de lo más relevante que podamos encontrar.
Sin filias ni fobias, habrá que entender y analizar qué conlleva este evento, lejos de levantarle la mano a cualquiera de los participantes y basándonos en apreciaciones. El pasado debate de los candidatos Donald Trump y Kamala Harris, llevado a cabo el 10 de septiembre, nos deja un mapa interesante que habrá que revisar.
Tenemos que empezar por avizorar la estrategia general de cada candidato. Creo que Harris tenía muy claro que el temperamento incendiario de Trump reaccionaría a una cadena reiterada de señalamientos. Desde la presentación misma ante los votantes el mensaje fue contundente: Kamala hizo un contraste profundo frente a un Trump que no tenía plan y buscaba defenderse antes que defender a los estadunidenses.
Así, Harris entró a la batalla con un objetivo muy claro: sacar de sus casillas a Trump. Fueron múltiples las menciones que golpearon el ego del expresidente, desde la mención de los pendientes legales hasta subrayar que en los mítines del republicano lo que escasea son asistentes. Kamala puso un hierro candente en las vísceras de Trump, quien se mostró reactivo y por momentos irascible, volviendo errático su comportamiento.
Por su lado, Trump parecía tener claro que el punto con mayor debilidad, en el que tenía que insistir hasta el grado del dramatismo, era el problema migratorio de Estados Unidos, aparejado al espíritu de protección al nacionalismo estadunidense que tanto le funcionó en su primera campaña.
Ridiculizado
Sin embargo, envuelto en un plan bien diseñado por Kamala, Trump llegó a orbitar en el “conspiracionismo”, al grado de plantear datos engañosos y sensacionalistas, tal y como lo hizo respecto de la afirmación de que en Springfield, Ohio, los migrantes se estaban “comiendo” a las mascotas de los habitantes.
Una expresión hilarante de Kamala ponía el énfasis sobre un republicano que por momentos ya parecía ridiculizado. La contradicción de David Muir, el moderador, respecto de un supuesto incremento de las cifras delictivas en dicha locación, así como la negación misma de que existieran reportes de mascotas devoradas, completaron el cuadro para dejar a un Trump acorralado entre sus propias neblinas.
Donde considero que Harris pudo imponerse con mayor contundencia y autoridad fue en el momento en el cual se pasó a la discusión sobre el aborto. Constituida como una defensora añeja de los derechos reproductivos de las mujeres, Kamala pudo hacer una real diferencia ante la muy reprochada tibieza de Joe Biden en el pasado ejercicio.
Por otra parte, nuevamente llevó a Trump a rondar los sótanos de la exageración y la mentira cuando afirmó que el exgobernador de Virginia había declarado que los bebés deberían ser ejecutados. A su vez, el republicano afirmó que en distintos estados de afinidad demócrata existe la posibilidad de terminar la vida del producto de un embarazo aun cuando el bebé ya haya nacido. Nuevamente se corrigió a Trump, quien solo alcanzó a gesticular.
Y precisamente este importante candado contra la falsedad fue el que aportó dos aliados imprevistos para Harris. Los moderadores Linsey Davis y David Muir permitieron tener un contexto más amplio de la discusión y pudieron hacer un chequeo rápido de los dichos de los debatientes, lo cual, por supuesto, terminó por operar contra Donald Trump, quien, como era previsible, posterior al debate arremetió en contra de los moderadores acusándolos de un contubernio con la demócrata.
El gran tema, más allá de los detalles del debate, es que Kamala ha dejado muy atrás la percepción de una campaña de dudas y debilidades que pesaba sobre los demócratas. Se erige como una figura de autoridad en los temas álgidos y propone un plan integral que dista de la ambigüedad con la que Trump ha planteado propuestas. La moneda está en el aire, pero los vientos huelen a democracia.