La Semana Santa es y ha sido tiempo de descanso —físico y mental—, pero también de reflexión. Es bueno hacer un alto en el camino, de manera periódica, para pensar y tener presente que la pasión de Jesucristo no fue en vano. Que toda una época surgió a partir de su martirio.
El calendario se modificó desde entonces para ubicarnos a.C. o d.C. (antes o después de Cristo). ¿En qué año estaríamos hoy? No sería 2025. Este corresponde a la era cristiana. Y no fue solo el injusto sacrificio de quien era portador de “la palabra de Dios” lo que hasta esta fecha nos mueve y conmueve, sino todo lo que representa en términos de su entorno, las pugnas de poder, su círculo cercano, sus apóstoles, María Magdalena, y su propia madre.
Por supuesto que hay diversas maneras de exponer lo acaecido y, por ello, en el Nuevo Testamento encontramos cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pues a ello quiero referirme en esta ocasión, pero en su vertiente musical.
En efecto. Ya les comentaba en mi entrega anterior que tenemos música pura y música programática, siendo esta última la que —como en la primavera— evoca imágenes, pasajes, sentimientos, imitación de sonidos o la palabra misma, pero arropada por la música. Pues bien, la llamada Semana Mayor ha sido fuente de inspiración de grandes obras maestras, algunas de las cuales quiero compartir con usted, amable lector.
Oratorio
Comencemos por la que en mi opinión es la gran obra maestra de Johann Sebastian Bach (1685-1750): La Pasión según San Mateo. Se trata de un oratorio compuesto para voces solistas, doble coro y doble orquesta.
Un oratorio, les recuerdo, es una forma musical parecida a la ópera pero que, a diferencia de esta, no ofrece coreografía, escenografía, vestuario, iluminación o actuación. Sí cuenta con personajes, una historia que contar, texto, mensaje y una combinación de música y recitativos, pensados y escritos para que la partitura cumpla su finalidad.
La obra que nos ocupa consta de nueve escenas: introducción; unción en Betania; la Última Cena; Jesús con sus apóstoles en Getsemaní; la traición de Judas; juicio de Jesús; Judas en el Templo; los latigazos y crucifixión de Jesús, y el descenso de la cruz con el entierro (casi final).
La obra (cuya duración es de alrededor de tres horas) fue estrenada el 15 de abril de 1729 —Viernes Santo— en Leipzig, con Bach como director. La recepción del público no fue la mejor. Encontraban la obra demasiado teatral, operística y ajena al verdadero fervor cristiano. De ahí que haya caído en un largo silencio hasta que el 11 de marzo de 1829 Felix Mendelssohn volvió a dirigirla tras haberla “descubierto” casi 80 años después de la muerte de Bach.
Me han preguntado qué obra me llevaría a una isla desierta y siempre he respondido que sería, precisamente, La Pasión según San Mateo de Bach. Recomiendo la versión que dirige Karl Richter (Archiv Produktion), así como la de Nikolaus Harnoncourt (Das Alte Werk).
No queda aquí mi apunte, pues quiero compartir con ustedes que Bach también escribió La Pasión según San Juan. Si bien no tiene las dimensiones ni la trascendencia y potencia de la antes referida, además de que su duración es sensiblemente más corta, así como la integración de un solo coro y orquesta, así como de voces solistas, es también una obra maestra. Este oratorio se estrenó, igualmente, un Viernes Santo, pero de 1724; y, coincidentemente, en Leipzig.
Particularmente quiero recomendarles, enfáticamente, que no solo escuchen sino vean la extraordinaria versión de sir Simon Rattle dirigiendo la Filarmónica de Berlín, pero con la brutal producción escénica de Peter Sellars (Berliner Philharmoniker Recordings).
¡Viva la música!