LA INTELIGENCIA SALIÓ DEL GRUPO

“La administración actual maneja sus secretos de guerra como chismes en un grupo de WhatsApp”.

Lucy Bravo
Columnas
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Seguridad Nacional

Estados Unidos es, en teoría, la nación con el aparato de inteligencia y seguridad más sofisticado del mundo. Pero el escándalo de Signalgate —la revelación de que altos funcionarios de la administración de Donald Trump discutieron planes militares en un chat de Signal donde fue incluido por error un periodista— ha expuesto fallas de seguridad tan absurdas que ni la KGB en sus mejores días habría soñado con semejante oportunidad.

El escándalo destapado por el periodista Jeffrey Goldberg no solo ha dejado atónitos a analistas y exfuncionarios de inteligencia estadunidenses, sino que también ha socavado la confianza de cualquier interlocutor que comparta inteligencia con EU. John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional, dijo estar “conmocionado” por la falta de protocolos. Para muchos este episodio abre la puerta a un desastre de inteligencia con consecuencias globales.

Pero más allá del bochorno político, Signalgate es un síntoma de algo más profundo y peligroso: el desdén por los procedimientos básicos de seguridad en la administración Trump. Si los más altos funcionarios creen que pueden manejar operaciones militares desde una aplicación comercial, ¿qué otras decisiones igual de imprudentes se están tomando? ¿Cuántas veces más han usado Signal para discutir temas sensibles sin que se haya filtrado?

El problema no es solo el descuido. Los involucrados —incluyendo al vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y el secretario de Defensa Pete Hegseth— han sido los mismos que durante años exigieron castigos severos contra Hillary Clinton por su uso de un servidor privado para sus correos electrónicos durante su gestión como secretaria de Estado. En 2016, Hegseth declaró que Clinton debería estar en prisión por comprometer la seguridad nacional. Ahora, con una falla mucho más grave en sus propias filas, el equipo de Trump ha intentado, sin mucho éxito, minimizar el daño.

Debilita la credibilidad

Y es que Signalgate no es solo una anécdota de incompetencia. Este escándalo debilita la credibilidad de EU en el escenario internacional. Canadá ya expresó su preocupación, y es probable que otros aliados de la inteligencia estadounidense, como el Reino Unido y Australia, cuestionen si seguir compartiendo información con Washington es seguro.

En cualquier otro momento de la historia un escándalo de esta magnitud habría provocado renuncias inmediatas y posiblemente cargos criminales. Pero en la era de Trump, donde la lealtad política pesa más que la seguridad nacional, es probable que este episodio quede sin consecuencias.

Lo que sí queda claro es que para los enemigos de EU, Signalgate es un regalo inesperado que expone vulnerabilidades alarmantes en el manejo de inteligencia del gobierno estadunidense. Actores con sofisticadas capacidades de ciberespionaje ahora tienen una nueva vía de acceso para recopilar información clave sin necesidad de ataques cibernéticos complejos. Rusia, China e Irán han recibido un mensaje preocupante: la administración estadunidense actual maneja sus secretos de guerra como si fueran chismes en un grupo de WhatsApp. En la Guerra Fría Moscú habría dado cualquier cosa por una filtración de este nivel. Hoy ni siquiera tuvo que esforzarse.