Y escribo mexicana que no de México. La diferencia es obvia: la primera pertenece a la forma de ser y pensar de las y los mexicanos; la segunda, a la unidad geopolítica del Estado-nación.
Múltiples son las obras que se han adentrado en la espesura del bosque para explicar nuestra sique. Desde El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, pasando por la monumental obra de Gutierre Tibón, Historia del nombre y fundación de México, incluyendo aportaciones desde las ciencias sociales, como la de Manuel Villa en El archipiélago mexicano.
Propiamente, la visión insular o aislacionista ha sido una de nuestras principales características en el México de los siglos XX y XXI.
La observación es pertinente, pues en un mundo interconectado, interdependiente y de constantes intercambios (diplomáticos, migratorios, comerciales) la visión “hacia el interior” predomina de manera notable en la forma en la que se piensa y hace la política.
Por ejemplo, en la víspera del tercer debate por la Presidencia de la República uno de los temas del todo ausentes ha sido la política exterior. Se puede argumentar que “no es un tema de rendimientos electorales”. Sí, pero hacia el interior; no obstante, los circuitos de intereses y de poder internacionales desde luego que ponen atención al desarrollo tanto de las campañas como de sus contenidos y propuestas.
Suponer o actuar desde la creencia de que ese “mundo exterior” no existe o no tiene demasiado interés/influencia implica seguir por la ruta de la insularidad, con los múltiples peligros y las muy pocas oportunidades que implica.
La simple dinámica de las inversiones extranjeras directas en México nos indica justo lo contrario: de acuerdo con datos recabados por la Secretaría de Economía, en el primer trimestre de este año se alcanzó el monto récord de 20 mil 300 millones de dólares, lo que por supuesto es una buena noticia. Pero de manera contrastante, en la percepción para orientar el actuar del país en una dirección internacional no es muy clara e incluso llega a ser errática. Ahí está la no consideración de la política exterior en el contenido de las campañas para la Presidencia.
Expectativa
Dos ejemplos actuales. La prolongación de la invasión de Rusia a Ucrania y la continuación del conflicto armado entre Israel y Hamás.
Ambos tienen consecuencias sobre el diseño de las políticas regionales, desde luego, pero también repercuten a nivel mundial, incluyendo a México. Claro que la anterior afirmación es una obviedad, pero el objetivo de la argumentación es en efecto señalar la imposibilidad de sustraernos, como país y sociedad, del entorno internacional. Es mucho mejor conocerlo para diseñar el procedimiento para la proyección de los intereses nacionales de México.
Las elecciones se realizarán dentro de menos de 15 días. Es muy probable que los asuntos más complejos de la agenda nacional comiencen a analizarse a partir del 3 de junio, cuando tengamos, por primera vez en la historia, a una mujer en la Presidencia de la República. La expectativa es que en el tramo que va de junio a septiembre, el denominado periodo de transición de gobierno, se aborden este y otros temas, como el de la seguridad pública y el del sistema de salud, entre otros, pues varios de ellos requieren de atención inmediata (con método).
México es, ha sido y será un participante importante e influyente en el ámbito internacional. La cuestión radica en que para mejor aprovechar y aportar desde esa realidad es necesario conocer y asumir las ventajas que nos ofrece la geopolítica. No es tan difícil.