El control territorial no siempre se ha ejercido mediante la fuerza física; existen otras técnicas y dispositivos que se emplean como parte de los procesos de conquista, colonización y ocupación.
La historia del imperialismo estadunidense en Centroamérica demuestra cómo la manipulación visual puede ser muy efectiva para ejercer el dominio en sociedades enteras. La United Fruit Company (UFCO), establecida en 1899, no solo monopolizó la producción bananera desde el sur de México hasta Ecuador, sino que además llevó a cabo una intensa campaña de propaganda visual que transformó la percepción de las naciones centroamericanas, justificando así su agresiva entrada en diferentes países bajo los ideales de modernidad y civilización.
La compañía formuló una estrategia detallada para gestionar cada imagen que se generaba en sus territorios. A través de postales, fotografías y publicaciones patrocinadas construyó una narrativa que presentaba a Centroamérica como un espacio “primitivo” que necesitaba la intervención civilizadora estadunidense, autoproclamada mensajera del progreso. Las imágenes mostraban un contraste deliberado: por un lado, pobladores locales descalzos y con vestimenta humilde; por otro, la imponente Gran Flota Blanca y modernas instalaciones ferroviarias que simbolizaban el “progreso” norteamericano.
Estrategia
Este dominio visual alcanzó niveles sorprendentes que trascendieron el espacio de influencia de la compañía. En Guatemala, la UFCO llegó a controlar el servicio postal, determinando qué imágenes circularían en los timbres nacionales. En Costa Rica, la empresa reconstruyó el Museo Nacional en 1948, apropiándose así de la narrativa histórica del país. Las fotografías de las plantaciones mostraban trabajadores disciplinados y sonrientes, ocultando las deplorables condiciones laborales que posteriormente inspirarían obras como Mamita Yunai (1941), de Carlos Luis Fallas.
La estrategia visual de la UFCO se centró en tres objetivos principales: atraer inversores estadunidenses mostrando una mano de obra “dócil” y “barata”; legitimar su presencia como agente civilizador, y construir una identidad regional con base en el banano que favoreciera sus intereses comerciales, lo cual tuvo un fuerte impacto en las connotaciones culturales.
El éxito fue tal, que el término “república bananera” se consolidó internacionalmente, reduciendo naciones soberanas a meros proveedores de fruta tropical.
Sin embargo, surgieron resistencias visuales significativas. El mural La gloriosa victoria, de Diego Rivera, y las caricaturas de Ricardo Rendón en Colombia desafiaron la narrativa oficial, exponiendo la violencia detrás de la fachada civilizadora.
Estas contraimágenes, aunque escasas, evidenciaron que el control visual de la UFCO nunca fue absoluto, pero sí creó imaginarios que persisten hasta la fecha sobre aquellas naciones.
Las imágenes producidas bajo la United Fruit Company no solo documentan un periodo histórico: revelan cómo el poder corporativo puede moldear la identidad de regiones enteras a través del control de su representación visual.
Más de 100 años después la era de las comunicaciones globales y la circulación casi ilimitada de imágenes siguen estando al servicio de las megacorporaciones provenientes de ciertos países.
Ante el resurgimiento actual de discursos de dominación y expansión, merece la pena reflexionar sobre las diferentes formas de penetración del imperialismo, sin importar su origen.