La semana pasada les conté la siniestra historia del doctor Jesús Estuardo Luján, quien presuntamente suministraba un medicamento llamado misoprostol a mujeres embarazadas primerizas para comenzarles artificialmente las contracciones y que ellas pensaran que eran normales.
Pues aún hay más: este doctor ha realizado diagnósticos de fertilidad falsos y otros tantos tratamientos experimentales entre sus pacientes, aprovechándose del vacío de ley que existe hoy en día en México para regular la reproducción asistida.
Uno de estos casos es el de una mujer a la que le realizó un procedimiento sencillo de extracción de óvulos, pero Luján le pinchó el ovario, lo que llevó a la mujer a terminar en terapia intensiva.
Otro caso es el de una mujer a la que cierto día le aparecieron embriones a su nombre sin que ella los haya solicitado. Se enteró solo porque le llamaron de la clínica para solicitarle el pago anual del congelamiento de estos. ¡Así como lo están leyendo!
También se sabe que en los procedimientos in vitro citaba a los esposos de las pacientes para la entrega de muestra de esperma, lo cual requiere únicamente una gota. ¿Qué hacía con el resto de la muestra de esperma? ¿La desechaba o la vendía? Si esto último fuera cierto sería interesante saber genéticamente cuántos hermanos existen de una sola línea genética y, más aún, qué dirían los padres que inocentemente y con la convicción de estar en un consultorio serio entregaban su muestra.
Se ha enfrentado a dos procedimientos legales, pero en uno de ellos, aunque ella ganó la demanda civil, solo obtuvo una muy mínima indemnización. En el segundo, que involucra la muerte de una bebé, la corte falló contra la víctima de manera totalmente injusta y muy turbia.