Desde luego que no me refiero en exclusiva a las Fuerzas Armadas de México sino a todas aquellas que forman parte de la estructura fundamental de las democracias liberales. Más aún en un ambiente de tensión y creciente polarización mundial tan solo con la invasión de Rusia a Ucrania, el conflicto armado de Israel con Hamás y Hezbolá, mismo que ya se ha extendido a Líbano, así como las tensiones entre la República Popular China y Taiwán. A lo que debemos sumar, por supuesto, las elecciones presidenciales y legislativas en Estados Unidos.
En ese entorno la pluralidad y la tolerancia, valores esenciales de la democracia, son ampliamente reforzados en la medida que la estabilidad social y política pueden procesar las naturales tensiones que de vez en vez se dan, sea como se apuntó, por el contexto internacional, o por dinámicas internas (elecciones, desastres naturales, entre otros).
De este modo, las Fuerzas Armadas acuden al llamado de la autoridad y de la sociedad, como se ha visto en estos días en Valencia, en el sur de Estados Unidos e incluso en México, cuando las fuerzas de la naturaleza causan severos daños físicos y en ocasiones producen pérdidas de vidas humanas.
Al mismo tiempo, esas Fuerzas Armadas, como consecuencia del creciente ambiente de complejidad e interdependencia, en la democracia deben mantener e incluso fortalecer el sentido profesional de la carrera de las armas y el adiestramiento para la guerra. La prevención en estas tareas siempre ha sido y será polémica; no obstante, deben considerarse tres factores incuestionables y por lo tanto objetivos.
Factores
El primero, que la carrera armamentística es permanente, que nunca en la historia de la humanidad se ha detenido. Con esto, la necesidad de contar con recursos tecnológicos adecuados le permite al Estado-nación y la democracia en cuestión tener las capacidades suficientes para la disuasión respecto de actores estatales y no estatales.
El segundo factor se refiere a los conflictos entre las potencias del periodo. Es parte de la naturaleza humana encontrar pesos y contrapesos; lo mismo sucede en las relaciones personales; y, por supuesto, en el ambiente internacional. Ninguna potencia en ninguna época ha sido hegemónica e incuestionable. Tal como sucede ahora entre China, Rusia, India, Estados Unidos, Unión Europea e incluso en África con casos como Egipto, Uganda y, desde luego, Sudáfrica. Sea en el comercio, en la ciencia y la tecnología, las artes o los deportes, la competencia es permanente.
El tercer y último factor son los conflictos armados que cíclicamente se dan. Sean entre Estados-nación o a nivel interno, las Fuerzas Armadas en la democracia deben estar preparadas para actuar en defensa de las leyes, instituciones y sobre todo actuar a favor de los intereses de la sociedad. Así, la democracia prevaleciente cuenta con instituciones que mediante el argumento de la fuerza legal tienen las capacidades y condiciones para cumplir dichas misiones. La agenda internacional es contundente al respecto: las capacidades para garantizar la viabilidad de independencia, libertad y soberanía de la nación radican en contar con capacidades disuasivas para preservar la democracia liberal, plural y tolerante.
En el caso particular de México, a pesar del muy dilatado periodo de afectaciones a la seguridad pública, las Fuerzas Armadas perseveran en responder de manera adecuada a los antagonismos internos y externos, estructurales y coyunturales, que buscan afectar el desarrollo del país. Es importante señalarlo. Y así seguirán, comprometidas con la democracia, la sociedad y las instituciones.