No es posible permanecer ajeno ante un atropello tan descarado. Un conjunto de violaciones sumamente graves y lesivas a los principios básicos de una democracia, aunadas a una cerrazón absoluta ante la transparencia y a la crítica, propusieron un escenario electoral para Venezuela donde resultaba impensable ejercer libremente el voto.
Sin condición alguna de seguridad y en un contexto de notorias irregularidades y cínicas amenazas, los venezolanos tuvieron que apersonarse en las urnas para transitar a un destino previsible: la perpetuación de la dictadura que llegó al poder por la democracia, pero que no está dispuesta a dejarlo por esa vía.
Ejemplos de las condiciones tan lamentables que viven los venezolanos y que se traducen por igual a una simulación de regularidad democrática los anticipaban expertos del Instituto Centro de Estudios para América Latina. Hace tan solo unas semanas se presentaron en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) un par de estudios que señalan con profundidad esta situación; dichos reportes concluyeron con apoyo de datos duros que Venezuela en su conjunto vive inmerso en un sistema altamente represivo. La comisión de delitos graves que incluso se categorizan como de lesa humanidad y la reiterada vulneración de derechos fundamentales son el caldo de cultivo en los que todos los días se encuentran sumergidos los ciudadanos de aquel país sudamericano.
Un dato importante en este tenor es que a raíz de la ruptura y vulneración profunda del sistema democrático venezolano se produjo el éxodo migratorio más numeroso que se haya conocido para una nación de América del Sur. Es así que poco más de ocho millones de venezolanos han dejado la patria para buscar mejores condiciones desde la instauración del rigor del régimen chavista.
Urgencia
Pensar que en este escenario proliferaría el apoyo popular para darle continuidad a un sistema de gobierno personificado por Nicolás Maduro es tan ilógico como aceptar que las expresiones de descontento y frustración poselectoral son encauzadas por manos misteriosas que pretenden robarle el triunfo al eternizado dictador.
Vivir en una nación donde la realidad contradice al discurso oficial ha sido el aliciente para que miles de venezolanos ahora se vuelquen a las calles para exigir el respeto a algo que a nivel de calle era evidente: Maduro había perdido en las urnas.
Con una hiperinflación que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estimado en cifras estratosféricas (930%) y un pueblo confrontado, que arriesgaría todo por defender su postura, se propone un escenario que amenaza con una conflagración. El sistema electoral no brinda ninguna garantía para la revisión con certeza de los resultados al estar totalmente secuestrado por el chavismo. Ahí se ha cancelado cualquier posibilidad para revisar las boletas en físico, que es la única manera en la que se puede constatar que el dato que arrojó el recuento digital es correcto. Los adeptos del chavismo han impedido con violencia cualquier tipo de acceso a las boletas; no se diga a observadores internacionales, quienes prácticamente están vetados de dicha actividad por igual. En tal supuesto, es imposible constatar resultados que, sobra decir, favorecían al candidato opositor al régimen. A través de diversas redes sociales se difundieron al cierre de la elección cifras que indicaban que se había consumado una victoria de Edmundo González, la cual era notoriamente aplastante.
A pesar de que se califique de “intervencionismo”, la comunidad internacional e importantes organismos mundiales garantes de la democracia tendrán que participar activamente para conocer cuál fue la real situación que aconteció electoralmente en Venezuela. No es momento de tibieza, el pueblo venezolano está desprotegido ante la tiranía de quien previsiblemente no cederá hacia el reconocimiento de un resultado adverso.
En palabras de Luis Almagro, Venezuela debe recuperar con urgencia su libertad, su democracia y su derecho a vivir en paz y armonía; en consecuencia, la comunidad internacional debe actuar sin titubeos, con gran firmeza y total decisión para hacer prevalecer estas condiciones. No es creíble de manera alguna que la ruta de los venezolanos sea la perpetuación de aquello que los dañó por 25 años. El camino es incierto y probablemente será muy duro. Resistencia civil, aislamiento de la nación o incluso resignación en espera de una nueva contienda electoral parecen ser las rutas.