Hay pocos casos de un fraude electoral tan flagrante como el de Venezuela. Toda la información disponible apunta a que el candidato de oposición ganó la elección del 28 de julio y no por poco margen, sino con cerca de 70% de los votos contra menos de 30% del presidente Nicolás Maduro, quien busca gobernar por un tercer periodo consecutivo. Aun así, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio como triunfador a Maduro por 51.2 contra 44.2 por ciento.
El problema es que el resultado oficial se presentó sin ningún soporte documental. La legislación electoral de Venezuela ordena que se den a conocer las actas de votación, que registran los resultados de cada uno de los centros de votación. Hasta el momento de escribir este artículo, sin embargo, el CNE no las ha presentado. El presidente/candidato Maduro ha dicho que tiene 100% y pronto las hará públicas, pero eso no ha ocurrido hasta el momento de escribir este artículo.
Los dados estaban cargados desde un principio. El CNE está dominado por el gobierno; su presidente, Elvis Amoroso, fue diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela, el de Maduro, y durante años ha sido funcionario del régimen.
El CNE se negó a registrar la candidatura de María Corina Machado, seleccionada en una elección primaria por la oposición. Cuando la alianza propuso una sustituta, Corina Yoris, también la rechazó. No fue hasta que postuló a Edmundo González Urrutia, un oscuro exdiplomático de 74 años, cuando se permitió el registro, quizá porque era un hombre tan gris, que el gobierno pensó que no representaba un peligro para Maduro.
La carismática María Corina, sin embargo, acompañó en todas sus presentaciones a González Urrutia y lo ayudó a obtener reconocimiento y popularidad. Los mítines se llenaron y las encuestas de opinión empezaron a ofrecer previsiones de victoria del candidato opositor. No obstante, el CNE permitió el acoso constante de la oposición y el gobierno prohibió el ingreso de observadores internacionales. Las encuestas de salida también estaban prohibidas, para que solo se pudieran dar a conocer los resultados oficiales.
Actas
La noche de la elección el presidente del CNE se tardó mucho más de lo habitual en una elección con voto electrónico para dar el resultado. El retraso lo justificó por una caída del sistema que atribuyó a un ataque informático. Amoroso declaró que, con información de 80% de las actas, Maduro había triunfado, pero no publicó las actas. Al día siguiente declaró ya al presidente como ganador definitivo, pero tampoco difundió la documentación. La oposición, en cambio, dio a conocer el contenido de las actas que tenía en su poder, primero 73% y después 84%, las cuales mostraban un triunfo arrollador de González Urrutia.
Estas actas comprueban que, efectivamente, el candidato de la oposición triunfó en la elección. Maduro, sin embargo, se ha comportado como lo que es: un dictador. Ha mandado reprimir violentamente a los manifestantes que protestan por el fraude y ha ordenado la detención de muchos líderes de la oposición.
Los países democráticos condenan de manera casi unánime a Maduro, aunque las dictaduras lo felicitan. ¿Cuál ha sido la posición de México? Hasta el momento de redactar esta reflexión, López Obrador no había reconocido el supuesto triunfo de Maduro, pero tampoco lo había condenado, más bien lo defendió. Así, un presidente que se dice demócrata y humanista ha estado dispuesto a avalar un fraude electoral.