Sigo sin dudar de que el futbol mexicano ha tenido tres grandes referentes en su historia. El primero de ellos, el gran Hugo Sánchez; posteriormente, Rafael Márquez; y enseguida, Andrés Guardado. Este último fue objeto de un homenaje en el marco del partido amistoso que sostuvo la selección mexicana ante su similar de Estados Unidos.
Fue un homenaje insípido y triste. Creyeron que sacar a Andrés al minuto 18 (número que siempre llevó en el dorsal), era una maravillosa idea y la verdad fue todo lo contrario; fue una falta de respeto al jugador porque, en principio de cuentas, él aún no se ha retirado del futbol profesional. Sigue jugando en el León a un nivel bastante decente.
Y no me malinterprete: Andrés Guardado merece no uno, sino dos o hasta tres homenajes, pero homenajes que estén a la altura de lo que él representa para el futbol mexicano, o sea, el tercer mejor futbolista en la historia.
Señores dirigentes, sé que la intención era buena, pero no se trataba de Cuauhtémoc Blanco; tampoco de Javier Hernández; estamos hablando de un jugador realmente diferente, que consolidó prácticamente toda su carrera en el futbol más exigente del planeta como el europeo. Además, siempre plasmó un futbol competente vistiendo la casaca de la selección mexicana, esa a la que representó en cinco mundiales (Alemania 2006, Sudáfrica 2010, Brasil 2014, Rusia 2018 y Qatar 2022).
Guardado merece un homenaje con otro marco, en medio de un partido mucho más competitivo, donde sus compañeros le entreguen un reconocimiento y así despedirse de la Selección Mexicana de Futbol con verdaderos honores, pero dudo mucho que eso ocurra. Es bastante normal que en nuestro balompié aplaudan más a otros, a quienes, con muy poquito, los ponen casi en un altar.
Sin líderes
A lo largo de la historia la Selección Mexicana de Futbol ha estado bajo el cobijo de grandes líderes en la cancha. Por ejemplo, Tomás Boy, que en paz descanse; el emperador Claudio Suárez; el propio Rafael Márquez; y me atrevería a decir que el último gran líder fue precisamente Guardado.
Hoy la selección mexicana que dirige Javier Aguirre cuenta con grandes jugadores, pero ninguno de ellos con el carácter o personalidad de liderazgo que sí tenían los elementos antes mencionados.
No dudo que ahora haya jugadores con capacidad de liderazgo, como Johan Vásquez o el mismo César Montes, pero por el momento atraviesan por un proceso de madurez en una selección que, es evidente, luce vulnerable también por la falta de un buen referente que mueva los hilos dentro y fuera de la cancha, así como lo hacía el Principito.