¿AHORA SÍ EXTRAÑAN AL IMPERIO?

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Imperio

Ya van varias veces en mi vida que la gente me ha acusado de ser un “maldito gringofílico”. Ya sea porque soy regiomontano; porque mis vacaciones de la infancia las pasaba mayoritariamente en la Isla del Padre; o quizá porque siempre he sostenido que por más que nos quejemos del Imperio Yanqui este representa el mejor (o menos peor) de los actores que podrían aspirar a la hegemonía internacional y el mejor (o menos peor) defensor del orden internacional y el liberalismo democrático.

Una de las ocasiones cuando se me confrontó con mayor vehemencia con este adjetivo fue hace aproximadamente tres años, cuando el ejército de Estados Unidos tuvo su salida desordenada y deshonrosa de Afganistán. En ese entonces todos hablaban del fracaso que había representado la invasión y ocupación estadunidense; cómo se habían perdido miles de vidas y desperdiciado miles de millones de dólares.

Yo argumenté en ese momento que este enfoque era equivocado. Que el fracaso de la ocupación era una tragedia y que el regreso del Talibán sería una calamidad para la población entera, especialmente para las mujeres. Un año después, en 2022 (ver ¡Afganistán ya valiomadristán, en Vértigo #1109), describí de manera muy poética la realidad que enfrentaban los afganos a un año de tener a sus nuevos patrones talibanes: la situación estaba “¡de la chingada!”

Ahora que conmemoramos los cuatro años de la salida del Imperio Yanqui de Kabul (el pasado 30 de agosto) vale la pena revisar cómo va el Paraíso Islámico libre de imperialismo al que muchos dieron la bienvenida. ¿Y qué dice el veredicto? Que si las cosas estaban de la chingada, ¡ahora están de la recontrachingada!

Porque desde el primer día era evidente que estos pelados no habían cambiado sus viejas mañas. Inmediatamente después de tomar el poder este grupo de fanáticos religiosos misóginos y oscurantistas volvió a imponer restricciones contra las mujeres afganas: prohibirles estudiar más allá del sexto grado; prohibirles trabajar; imponer la burka que cubre por completo su cuerpo; y prohibirles salir a la calle sin acompañantes hombres.

Leyes

Pero cuando se trata con extremistas y retrógrados las cosas solo pueden empeorar. Y el pasado 23 de agosto, el gobierno talibán recrudeció sus esfuerzos por hacer más miserable la vida de las mujeres.

Con la publicación formal (ahora con consecuencias penales) de un paquete de leyes “sobre el vicio y la virtud”, estos terroristas del género ahora obligan a las mujeres a cubrirse el rostro en todo momento para evitar “causar tentación”; se les prohíbe mirar a hombres que no sean sus familiares; se les prohíbe usar ropa ajustada, maquillaje o perfumes; y, de manera más orwelliana, el Talibán también proscribió el sonido de voces femeninas en público, por lo que ahora nadie con un cromosoma XXpodrá cantar, recitar o hablar en voz alta incluso desde el interior de su casa.

Pero en un giro inesperado (y bastante irónico) los talibanes también han comenzado a restringir la comodidad de los hombres, quienes —hasta ahora— habían disfrutado una relativa comodidad en sus vidas diarias. Porque dentro de las leyes publicadas en agosto a los hombres también se les prohíbe andar rasurados (la barba debe medir mínimo un puño de largo); utilizar ropa occidental (adiós mezclilla o tenis); portar un corte de cabello “no islámico” (o sea, pelo corto); y mirar a cualquier mujer que no sea su esposa o familiar. Si cometen adulterio, también podrían ser condenados a muerte, como las mujeres (¡equidad de género!). Todo esto vigilado por la muy honrada y distinguida “policía de la moralidad”. Oh, sí, ¡el karma es una perra, compadres!Así que felicidades a todos los que celebraron la derrota del imperialismo yanqui en Afganistán, donde por lo menos había impulsado la profesionalización, la educación y la igualdad de las mujeres. Ahora les corresponde a ustedes defender a un gobierno intolerante, dogmático, sectario e inflexible que seguramente seguirá por años imponiendo un literal “apartheid de género”.

¿O qué? ¿No me digan que ya empezaron a extrañar al Imperio?