EL ÉXODO NORTEAMERICANO

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Éxodo Norteamericano

¡Sobre aviso no hay engaño! Ya les decía en mi columna pasada que Donald Trump iniciará su segunda temporada en la Casa Blanca con un poder pocas veces visto en la historia reciente de Estados Unidos: el control del Congreso, del Senado, de la Presidencia, de la Suprema Corte y con un mandato popular inmenso por haber obtenido la mayoría de votos.

Esta poderosa “quintufecta” (¿así se dice?) le permitirá ejecutar cualquiera de sus amenazas y promesas prácticamente sin controles o contrapesos. Así, cuando habla de la deportación masiva de migrantes, ¿por qué deberíamos dudar de sus intenciones?

Obviamente los principales afectados serán los millones de individuos que verán sus sueños y planes en EU destruidos por una política claramente racista y vengativa. En segundo lugar, vendrán las familias y comunidades latinas, con miles de niños que perderán a sus padres, matrimonios que serán separados, empleadores que verán desaparecer su mano de obra y otras tantas consecuencias nefastas.

Pero en tercer lugar venimos nosotros. Porque como bien indica Mary Beth Sheridan en The Washington Post cerca de la mitad de los ONCE millones de personas que viven sin papeles en el imperio yanqui son mexicanos; y uno podría suponer que ellos serán los primeros en ser atacados por la administración Trump, ya que deportarlos será más “sencillo” y barato que a los migrantes que llegaron de países que no comparten frontera.

Y yo no sé qué opinen ustedes, pero aquí en México “el horno no está para bollos”, y recibir a millones de paisanos en nuestro país —del cual salieron precisamente por la violencia o por falta de empleos— simplemente no puede acabar bien.

Porque basta imaginar el siguiente escenario: cientos de miles de paisanos sin empleo y sin lazos comunitarios llegando a las zonas fronterizas o al aeropuerto de la Ciudad de México justo cuando la economía nacional se desacelera y las cifras de homicidios se encuentran en un punto álgido.

A esto hay que sumarle la inevitable caída en las remesas que provocará este éxodo. En caso de que no recuerden, las remesas representan la segunda fuente de dólares en el país (cerca de 60 mil millones de dólares), cifra que supera a la Inversión Extranjera Directa (IED) y al turismo. Cortar este flujo monetario afectará principalmente a los mexicanos más pobres que dependen de estas divisas y causará un enorme golpe al consumo y a la expansión económica en nuestro país.

Realidad

¿Quién es el único que saldrá beneficiado de todo este congal? Obviamente el crimen organizado, que ahora tendrá a un ejército de personas sin empleo y sin contactos sociales para reclutar en sus filas, para extorsionarlos o secuestrarlos. Porque Trump ha dicho que su prioridad será deportar a los migrantes que hayan cometido crímenes, algo que en teoría parece lógico. ¿Pero quién en su sano juicio va a querer contratar a un criminal convicto en nuestro país? ¡Pues claro: el narco!

Al plantear este escenario no pretendo ser catastrofista. Las piezas ya están en movimiento del otro lado de la frontera, donde en las últimas semanas Trump comenzó a delinear sus planes para ejecutar su plan siniestro desde el primer día de volver al poder. No solo ha elegido a dos radicales para encargarse de los migrantes (Tom Homan como “zar fronterizo” y Stephen Miller como vicejefe del gabinete), sino que también ha dicho que declarará un estado de “emergencia nacional” para utilizar al ejército y preparar campos de concentración.

¿Y nosotros? Pues aquí en México seguimos durmiendo el sueño de los justos. Porque no he visto ningún tipo de preparativos para este éxodo norteamericano que podría transformar radicalmente la vida nacional y desestabilizar al país por generaciones. Ya hemos visto que las ciudades fronterizas no tienen la infraestructura adecuada, ni el personal, ni el dinero para integrar a nuestros paisanos de vuelta a la sociedad.

Esta es nuestra realidad inmediata: se aproxima el caos y una crisis humanitaria sin precedentes. ¡Y sobre aviso no hay engaño, raza!