En días recientes el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hizo un sorprendente anuncio de una inversión inicial de 100 millones de dólares para implementar una campaña publicitaria sobre los efectos dañinos de las drogas en las personas, principalmente en las y los jóvenes, después de una conversación telefónica con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien le explicó las dos principales razones por las cuales México no tiene un alto consumo de drogas en comparación con EU: la existencia de un fuerte núcleo familiar y una política de combate a las adicciones que hace un especial énfasis en la prevención.
Ello llamó significativamente la atención del presidente norteamericano, quien se dio cuenta de que es indispensable una política de Estado que ataque de raíz el problema de las adicciones y que puede significar un cambio significativo en la política estadunidense.
Una ciudad limpia no es la que se barre todo el tiempo: es la que propicia que no se tire basura. Lo mismo una sociedad sin adicciones no es la que hace que las drogas no lleguen a sus calles, sino la que genera conciencia de los graves efectos de las drogas en las personas, las familias y la sociedad.
Estados Unidos está perdiendo la batalla ante las drogas. Bajo un supuesto principio de “libertad” legalizó en muchos estados el consumo recreativo de la marihuana. Eso incrementa sustancialmente su consumo, ya que disminuye la percepción de riesgo, principalmente entre las y los jóvenes. Recordemos que la marihuana se considera una droga “puente” entre drogas blandas (alcohol y tabaco) y drogas duras (cocaína, metanfetamina o fentanilo); además, tiene una doble moral, ya que se mantiene la prohibición de la marihuana en la legislación federal.
Trampa
El fracaso de la política antidrogas tiene varias causas, entre ellas que no se ha atendido desde la perspectiva de la política de salud pública y se ha apostado a que las drogas no ingresen al territorio norteamericano; poco se hace para combatir el consumo, dando como consecuencia el crecimiento exponencial del mercado de las drogas, que cada vez requiere más insumos.
Llama la atención cómo cada vez hay más quejas en los vecindarios norteamericanos por el consumo a todas horas y en todo lugar de marihuana. Pedirle a un consumidor de drogas que solo consuma marihuana es como ponerle a un niño una gran mesa de dulces, pasteles y helado y decirle que solo puede consumir cacahuates.
La política de EU contra las adicciones ha fracasado y han caído en su propia trampa, la legalización de la marihuana les ha llevado a aumentar el consumo de todas las drogas, principalmente el fentanilo; es urgente que se establezcan políticas que permitan disminuir el consumo; también es fundamental que se considere a la lucha contra las drogas como una estrategia regional y hemisférica: solamente con la colaboración de los países productores, de paso y consumidores se podrán desarticular estas redes delincuenciales.
En el marco del respeto a la soberanía de los países, la declaratoria de los cárteles como organizaciones terroristas puede significar estrategias adicionales, como el rastreo y confiscación de recursos económicos o la limitación a la compra de armamento.
En México, afortunadamente, no hemos caído en la tentación de la legalización de la marihuana, que sin lugar a dudas agravaría el problema de salud pública y en nada ayudaría a resolver el problema de seguridad.
Por eso, como diría mi abuela: si no la controlan no la consuman.