Cuántas veces ha sonado en labios de propios y extraños la frase victoriosa que reza “este arroz ya se coció”. La connotación de tal mensaje tiene un fin muy claro a efecto de destacar la ventaja que anticipa un triunfo sobre un rival que poco puede hacer ya para cambiar el destino de lo que en el horizonte está por acontecer.
Y vaya que en tiempos electorales esta alocución suele presentarse a destajo; el triunfalismo que engrandece proyectos políticos y agiganta a personajes que abanderan dichos proyectos se ha convertido en una práctica usual para la generación de percepción.
Sin embargo, si algo nos ha enseñado la historia es que en cuestiones electorales, y sobre todo en países latinoamericanos, lo más seguro es lo inesperado. Casos que se plantean como ejemplos ilustrativos hay varios; cómo olvidar ese tramo de octubre del pasado año donde Sergio Massa marcaba un regreso inesperado en la elección argentina cuando prácticamente lo habían dado por eliminado ante Patricia Bullrich. A la postre, en el balotaje Javier Milei resultó ganador de la elección de esa segunda vuelta en otro vuelco inesperado para la peculiar democracia electoral argentina.
El caso ecuatoriano en el pasado año por igual planteaba sorpresas y escenarios inesperados cuando Luisa González le daba la vuelta a Daniel Noboa.
Qué decir de la carrera frenética al alza de Federico Gutiérrez en Colombia, que tan nerviosos puso en un primer momento a Petro y a Rodolfo Hernández.
Y repito, casos habrá muchos en donde el escenario declarado más seguro tiende a resquebrajarse ante una realidad que a veces resulta caprichosa.
Retos
Pero hay un elemento de análisis que va mucho más allá del triunfalismo unipersonal que se vanagloria como culto al ego. El asunto fundamental es: ¿qué tanto se afianza en la legitimidad y en la gobernabilidad un proyecto electoral que se apueste a favor de la democracia? Pero más allá aún, ¿qué tanto un nuevo gobierno electo se apostará a favor de solventar los grandes retos que se tienen en lo general para una democracia lastimada como lo es la mexicana?
Estos cuestionamientos implican reflexión profunda. Steve Levitzky planteó con gran acierto que las democracias también pueden morir por inanición; una muerte lenta y pausada que se ancla en el desinterés y la normalización del ejercicio autócrata. Y ahí es donde está el primer reto; cómo se puede avivar en lo colectivo el pluralismo, la libertad, la separación de poderes y el respeto a la ley.
Lo anterior constituye un reto fundamental que se entiende como punto de partida para rehacer positivamente la vida democrática mexicana. Y a partir de ahí lo deseable es que al frente del proyecto de nación se encuentre un líder lo suficientemente generoso para anteponer al país antes del dulce abrazo que da el culto al ego unipersonal.
México tratará de engarzarse a un mundo con enormes complicaciones y deterioros. El avance del desencanto sobre la democracia como forma de gobierno es real y palpable. Estaremos en un mundo donde la exigencia y el repudio hacia quienes gobiernan propicia descontroles y el caso mexicano se presenta como un verdadero parteaguas en la división entre connacionales. Hemos transitado por una polarización paulatina que nos deja confrontados y con pocas posibilidades de una reconciliación.
Estos elementos nos llevan a afirmar que hay mucho, muchísimo más allá de cantar una victoria que encumbre a una presidenta de la República. Hay aún toda una ruta para volver a ser nación y Estado. Para retornar a una ruta de consenso y entendimiento hacia un México de acuerdos y armonía. Existe toda una tarea que tendrá que ser cometido de grandes y no ruta de soberbios.
Hay toda una carretera por delante y un mar de acciones para lograr ese México que tanto nos han prometido.
El punto exacto de cocimiento de un guisado de arroz, en sentido figurado, no se agota con una victoria que se mofa del rival; el término para hacer comestible todo ese arroz será cuando se tengan logros que impliquen la satisfacción del deber cumplido. Que estas elecciones impliquen unión, fraternidad y entendimiento. Para saborear este platillo todos debemos estar invitados a sentarnos en la mesa.