LA ESTATUA DE LA LIBERTAD

Columnas
Share
Estatua de la Libertad

Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?

Arturo Graf

La Estatua de la Libertad, oficialmente llamada “La Libertad iluminando el Mundo”, es uno de los monumentos más emblemáticos de Estados Unidos y un símbolo universal de libertad, esperanza y bienvenida.

Esta majestuosa escultura se encuentra en la Isla de la Libertad (Liberty Island), en el puerto de Nueva York, y ha recibido a millones de personas que han llegado a las costas estadunidenses en busca de un futuro mejor.

El origen de la Estatua de la Libertad se remonta al siglo XIX. Fue un regalo del pueblo francés a Estados Unidos en 1886 como muestra de amistad y para conmemorar el centenario de la independencia estadunidense en 1876. El diseño estuvo a cargo del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi, mientras que la estructura interna fue obra de Gustave Eiffel, famoso por la torre que lleva su nombre en París.

La idea de crear la estatua surgió del político francés Édouard René de Laboulaye, un defensor de los derechos humanos y la democracia, quien deseaba que la estatua simbolizara los ideales de libertad y justicia compartidos por ambas naciones. Aunque el proyecto enfrentó desafíos financieros, la determinación de ambos países permitió su culminación, con Francia construyendo la estatua y Estados Unidos financiando el pedestal.

La Estatua de la Libertad mide 93 metros desde la base hasta la punta de la antorcha, incluyendo su pedestal. Está hecha de cobre, lo que originalmente le dio un color marrón brillante. Con el tiempo el cobre reaccionó con los elementos, formando una pátina verde que ahora es su característica más reconocible.

La figura representa a una mujer, simbolizando la libertad, con una corona de siete rayos que representan los siete continentes y océanos, subrayando el alcance universal del concepto de libertad.

En su mano derecha sostiene una antorcha, que simboliza la iluminación y la esperanza, mientras que en su mano izquierda lleva una tablilla con la fecha de la independencia de Estados Unidos: el 4 de julio de 1776, inscrita en números romanos.

A los pies de la estatua hay cadenas rotas que simbolizan la liberación de la opresión y la esclavitud. Este detalle destaca el mensaje de la estatua como un faro de esperanza para aquellos que buscan liberarse de la tiranía.

Desde su inauguración el 28 de octubre de 1886 ha sido un símbolo de bienvenida para los inmigrantes que llegaban a Estados Unidos. Durante décadas fue lo primero que veían los pasajeros de los barcos al llegar a Nueva York, especialmente quienes arribaban a la cercana Isla Ellis, que funcionó como principal centro de procesamiento de inmigrantes entre 1892 y 1954.

La estatua encarna valores fundamentales como la libertad, la democracia, la justicia y la esperanza. Ha sido testigo de innumerables eventos históricos y sociales, desde marchas por los derechos civiles hasta celebraciones nacionales.

El poema The New Colossus, de Emma Lazarus, inscrito en una placa en su pedestal, refuerza este mensaje de bienvenida, con versos que dicen: “Dame tus cansados, tus pobres,/ tus masas hacinadas anhelando respirar en libertad…” Estas palabras han resonado durante generaciones, destacando la Estatua de la Libertad como un faro para quienes buscan refugio y oportunidades.

Hoy en día la Estatua de la Libertad es uno de los destinos turísticos más visitados del mundo. Millones de personas viajan cada año para admirar su majestuosidad y aprender sobre su historia en el Museo de la Estatua de la Libertad, inaugurado en 2019, que explora el significado histórico y cultural del monumento, además de exhibir su antorcha original.

Como Patrimonio de la Humanidad designado por la UNESCO desde 1984 la estatua continúa siendo un símbolo de unidad y esperanza. A lo largo de los años ha inspirado no solo a los estadunidenses, sino también a personas de todo el mundo que sueñan con un futuro más libre y equitativo.

En conclusión, la Estatua de la Libertad es mucho más que un monumento; es un recordatorio viviente de los ideales de libertad y justicia que trascienden fronteras y generaciones. Su poderosa presencia en el puerto de Nueva York sigue siendo un testimonio del impacto duradero que un símbolo puede tener en la humanidad.

El siniestro

En las calles de Rubén Darío, en uno de los edificios más lujosos de la avenida, hubo un incendio que terminó por consumir parte de uno de los departamentos; era el penthouse. Las causas no se saben a ciencia cierta, al parecer una lámpara con la figura de la famosa estatua de la libertad provocó el siniestro, todo el inmueble quedó hecho trizas, el dueño tenía una pequeña colección de la estatua, que había ido comprando a lo largo de sus viajes a Nueva York. Lo más extraño es que al momento del siniestro no había nadie dentro, por lo que solo fueron objetos materiales los que se perdieron, pero la colección se mantuvo milagrosamente, como el Manto de Turín, intacta. La única pieza que resultó un poco dañada fue la de la lámpara. Extraños son los designios del Señor.