LA ESPIRAL FATALISTA DE LOS ULTRAS

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Ultraderecha

Ahí les va un dato sorprendente: en los últimos 15 años la ultraderecha ha pasado de ser una anomalía política a convertirse en la fuerza dominante en Europa. Ya no son los conservadores ni los socialdemócratas los que dominan el discurso público, sino los nacionalistas, populistas y radicales. El último gran terremoto vino en Alemania, donde el partido Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el segundo lugar en las elecciones federales de febrero. Para los que todavía creían que la historia reciente de Alemania los protegería del extremismo, parece ser hora de repensar sus convicciones.

¿Pero cómo fregados llegamos aquí? De acuerdo con The Economist, las razones que explican el auge de la “derecha dura” (hard right) no son sencillas de descifrar. Hay quienes dicen que todo comenzó con la crisis financiera de 2008, pero la evidencia para respaldar esto es bastante mixta: hoy Europa es más rica que nunca y los efectos de esta crisis han quedado superados.

Otro argumento apunta a la migración masiva de África y Oriente Medio. Pero esta hipótesis también es imperfecta. En Alemania, por ejemplo, el grueso de los votos para AfD provino de regiones con muy poca inmigración, particularmente de la zona oriental y del país.

La hipótesis de The Economist es que la nueva realidad política europea debe entenderse como consecuencia de numerosas crisis que han minado gradualmente la confianza de los electores hacia los partidos tradicionales; y que, incluso si Europa es cada vez más rica, persiste una ansiedad por la seguridad económica y la pérdida de estatus social. Esto hace susceptible al electorado a cambios culturales o sociales como la migración, incluso si esta está ocurriendo muy lejos de sus comunidades.

Ahora viene la pregunta del millón de euros: ¿Está Europa condenada a ser devorada por la ultraderecha? La respuesta, por el momento, parece ser negativa. Porque, hasta ahora, los partidos tradicionales han logrado mantener un “muro de fuego” para evitar que los ultras lleguen al poder en la mayoría de los países europeos. Esto significa que incluso con un segundo lugar en las votaciones, los radicales suelen no encontrar aliados para formar una coalición gobernante (ver los casos de Francia, España y Holanda).

Pero hay un factor bastante irónico en esta situación: porque por más impresionantes que sean los avances de los ultras en los últimos años, la base electoral de estos partidos está desapareciendo gradualmente, debido a un círculo vicioso de autodestrucción.

Factores económicos

La periodista Amanda Taub explica en The New York Times el caso paradigmático de Alemania y esta “espiral fatalista”. En las elecciones pasadas, la AfD recibió la mayor cantidad de votos en la zona Oriental del país, la cual –todos ustedes saben– es la zona exsoviética que nunca logró integrarse del todo y hoy mantiene un desarrollo inferior a la zona Occidental.

Estos factores económicos han causado que miles de jóvenes profesionistas abandonen esta región para buscar oportunidades económicas en ciudades del oeste. Esto a su vez genera comunidades menos dinámicas, economías locales estancadas y con una población envejecida y en declive. El círculo vicioso continúa, porque esta realidad a su vez genera que los partidos tradicionales inviertan menos atención y recursos en estas zonas relegadas, lo que sirve como gasolina para el discurso de resentimiento que promueven los partidos como AfD.

Esta espiral fatalista se completa con el tema migratorio. Porque son precisamente los partidos de ultraderecha los que rechazan con mayor vehemencia la llegada de migrantes a sus países; el único factor fundamental que podría ayudar a estas comunidades abandonadas a recuperar su dinamismo económico y una vida social más vibrante.

Si quieren una buena noticia, quizá pueda ser que con sus políticas antimigratorias, la ultraderecha está cavando su propia tumba. La tragedia es que en el corto plazo los partidos ultras están condenando a millones de personas a una vida de estancamiento, declive, resentimiento y frustración. ¿Cómo escapar de esta espiral fatalista? Esa respuesta se las dejo de tarea.