ESPÍAS EN LA FRONTERA: ACTORES INVISIBLES DE LA REVOLUCIÓN

“Operaban en el silencio y las sombras de los hoteles”.

Ignacio Anaya
Columnas
ESPÍAS EN LA FRONTERA

De la Revolución Mexicana hay una considerable cantidad de escritos; y cuando digo considerable me refiero de manera humilde a que es probablemente el periodo histórico del país del que más se ha escrito.

Sin embargo, existe un aspecto un poco menos conocido, fuera del país, pero igualmente interesante de esta contienda: el papel de los espías que operaban en la frontera entre México y Estados Unidos.

En 1914 un artículo publicado en un periódico de Texas capturó el ambiente de la época destacando la presencia de espías mexicanos, tanto federales como rebeldes, en los hoteles a lo largo de la frontera.

Según el periódico, llamado The Plano Star Curier, se podían observar en cualquier vestíbulo, en cualquier pueblo norteamericano en la frontera con México, “caras de hombres con ojos afilados, siempre paseando y observando. Caras, en realidad, de espías, espías mexicanos, espías federales, espías rebeldes. Pues los espías están infestando los hoteles de la frontera. Ninguno está libre de su presencia”.

El testimonio dejaba en evidencia la importancia de estos espacios como posible lugar de maniobras y estrategias de espionaje. Estos individuos, bajo la apariencia de simples viajeros, observaban cada detalle y movimiento sospechoso.

Contribución

La historiadora Victoria Lerner ha dedicado su investigación a este intrigante aspecto de la Revolución Mexicana, revelando el papel crucial que desempeñaban las mujeres en el juego de espionaje.

Muchas de ellas eran inmigrantes que se aliaban con una facción por lazos afectivos o de protección, mientras que algunas incluso llegaron a servir como agentes dobles. Sus misiones incluían vigilar, conseguir salvoconductos y detectar planes de conspiración de las facciones enemigas.

Por otra parte, los hombres también se involucraban en este mundo de secretos, comprometidos ideológicamente con un bando. Estos espías, algunos de ellos ciudadanos estadunidenses o chicanos, encontraban en la frontera un espacio para continuar su lucha. Sus labores abarcaban actividades como la compra de armas y municiones, así como la realización de transacciones bancarias.

La frontera se convirtió en un escenario donde la lucha de la Revolución Mexicana adquiría formas diferentes, más silenciosas y sutiles. El espionaje se transformó en una forma de combate que alteraba la dinámica convencional de la guerra, dando lugar a una contienda que se desarrollaba en la clandestinidad y la ambigüedad.

Estos hombres y mujeres, quienes operaban en el silencio y las sombras de los hoteles y las calles fronterizas, fueron actores que rara vez son mencionados al hablar del gran tablero de ajedrez que fue la Revolución Mexicana. Su contribución, aunque poco conocida, fue parte del desarrollo de este proceso histórico y permite observar el conflicto de una perspectiva trasnacional en la historia compartida de México y Estados Unidos.