ESPAÑA BANANERA

Raudel Ávila - Enlace Internacional
Columnas
ESPAÑA

Lo que ha sucedido en los últimos tiempos en España, el primer socio comercial de México en Europa, supone un regreso a todas las caricaturas e imágenes prejuiciadas sobre los países hispanohablantes.

Durante años los intelectuales hispanoamericanos se quejaron de la leyenda negra de España y sus excolonias: países económicamente atrasados, fanáticos religiosos, intelectual y científicamente irrelevantes, pero sobre todo políticamente primitivos.

La extorsión sentimental disfrazada de carta de amor de Pedro Sánchez para decir que consideraría su renuncia a la Presidencia española no es solo primitiva, sino patética y cursi. Una evidencia más de que el virus internacional del populismo ya infectó los más altos niveles de la política española.

Si no fuera por el respaldo de modernidad que supone la pertenencia a la Unión Europea (nada desdeñable), podríamos referirnos a la política española como propia de un país bananero. La degradación viene de lejos, posiblemente desde el gobierno de Rodríguez Zapatero. Una España hermanada con las repúblicas latinoamericanas en el sentimentalismo barato de su retórica, en la polarización entre buenos y malos, la visión del mundo en blanco y negro, y el desmoronamiento de la credibilidad de los partidos políticos tradicionales.

El colapso del bipartidismo español y la irrupción de partidos nuevos como Podemos, Ciudadanos o Vox ocasionó la erosión de un sistema político bipartidista construido cuidadosamente durante la ejemplar transición democrática española. Parecía que España por fin dejaba atrás siglos de atraso respecto del resto de Europa Occidental para incorporarse a la modernidad política. No obstante, ese arreglo tan feliz y aleccionador para otras naciones (la transición) terminó siendo, en la propia España, motivo de las más injustas condenas. En aras de revivir los peores recuerdos de “las dos Españas”, la izquierda invocó lo que Cayetana Álvarez de Toledo ha llamado el “guerracivilismo” para denostar la transición y reanimar conflictos sepultados entre los ciudadanos. Desde la inhumación de los restos de Franco (¿para qué?) hasta el cuestionamiento a la Constitución, redactada por el grupo político más brillante que ha tenido España.

Referencia

Todos estos asuntos han producido una espiral decadente que encontró su expresión más reciente en la ridícula carta de Sánchez. A final de cuentas el presidente ni siquiera renunció, pero paralizó al país con un capricho adolescente y falto de la seriedad exigible a un estadista.

No se sabe qué ruta tomará España en lo inmediato, pero es evidente el afán presidencial por neutralizar la prensa crítica e incluso al Poder Judicial. De aclarar las acusaciones de corrupción de su esposa, nada.

Para efectos de nuestros países, la pobre y siempre atrasada América Latina, el problema es que se pierde el único referente de política moderna en nuestro idioma. La transición española no solo fue importante en términos de lo que representó para España sino, quizá más importante, por la influencia benefactora que ejerció sobre esta región del mundo. Los latinoamericanos ya podían concebirse con la capacidad de dar el salto a la modernidad económica y a la democracia, integrarse como ciudadanos del mundo de pleno derecho. Solo era cuestión de seguir los pasos de España. La modernidad ya no era un privilegio del mundo de habla inglesa, francesa o alemana. Como las clases políticas latinoamericanas no se caracterizan por su capacidad de aprender idiomas, el único referente de una mejora posible era España.

Lo que hace Sánchez y la involución reciente de España despojan a nuestras naciones de esa referencia y fortalecen a quienes afirman, erróneamente, que la democracia liberal y la seriedad institucional son ajenas a nuestra cultura hispanohablante. Esa tragedia será muy difícil de remontar y no asoma en el horizonte ningún referente nuevo al cual asirse.